La ciudad como tema
Muchas son las ciudades que han sido modeladas, en gran medida, por la creciente presencia del automóvil, un proceso que ya lleva más de cien años, un tiempo suficiente para hacer un balance de las cosas buenas y malas que ha significado para las ciudades el impacto del automóvil.
Ese impacto se ve muy claramente en el oeste norteamericano. Sus ciudades suelen describirse como un área central de negocios, con una gran masa de edificios de oficinas y donde reside poca gente. Alrededor de este núcleo hay una extensa periferia de baja y muy baja densidad a la que se llega por un complejo sistema de autopistas que hacen obligante el uso del automóvil. Si Ud., estando en casa, necesita algo no podrá procurárselo a pie pues el centro comercial puede estar a kilómetros de distancia. Para ir a la escuela sus hijos utilizaran el autobús escolar o Ud. los llevará en su carro, nada de ir a pie. No hay transporte público masivo y frecuente porque no hay masas a las que transportar, solo unos pocos individuos dispersos en un gran espacio. La casa suburbana que ocupa una parcela grande con pocos vecinos a la vista sigue siendo el ideal de residencia de la clase media y alta.
Esa situación podía existir porque el automóvil y la gasolina eran baratos, abundaba el dinero para construir autopistas y la conciencia ambiental era muy baja. A los ciudadanos no les importaba pendular entre la vivienda periférica y el trabajo en los centros, recorriendo distancias de 150 kms. o más. La convergencia de tantos vehículos hacia el centro creaba grandes congestiones cuya respuesta rutinaria era ampliar las vías y los puestos de estacionamiento. Pero comenzó a ser evidente que las nuevas vías son víctimas de su propio éxito pues, al estar despejadas, atraen a más vehículos y al poco tiempo están nuevamente congestionados.
En los años 70 se comenzó a cuestionar esta estructura urbana y se han avanzado propuestas para cambiar la situación. Ahora, en todo el mundo desarrollado la consigna es la misma: reducir el uso del automóvil y crear alternativas para que los ciudadanos puedan transportarse sin sentir que están perdiendo en comodidad, economía y rapidez. Esas otras opciones están en el caminar, pedalear y usar el transporte público.
Así como el automóvil modeló la ciudad, el cambio en el paradigma de transporte también requiere de cambios en el uso del espacio urbano y de la concepción misma de la ciudad. Detener la dispersión urbana, limitar el acceso de los automóviles a las zonas centrales, aumentar las densidades habitacionales inmediatas al centro urbano, estimular el transporte público y ganar las calles para la gente, entre otros, pasaron a ser objetivos de los planes de las ciudades. Comenzó a prestarse atención al modelo europeo de ciudades: densas, compactas, bien atendidas por el transporte público, con abundante mesclas de usos y con la gente haciendo vida citadina en las calles.
Los resultados comienzan a verse y hay muchos ejemplos:Nueva York es una de esas ciudades que fácilmente asociamos con calles atestadas de vehículos. Ya no, hoy algunasde sus calles y avenidasestán ocupadas por parques de bolsillo, jardineras, sillas, bancos, espacios para jugar, y muchos otros servicios de pequeña escala y llenas de citadinos que circulan a pie y en bicicleta y donde los niños tienen ahora un espacio que antes no tenían.
El cambio es dramático y puede observarlo buscando en internet “la gran transformación de las calles de NY/plataforma urbana”.
LUCHEMOS PARA QUE EL GOBIERNO NO LOGRE CERRAR EL DIARIO EL IMPULSO, UN PATRIMONIO CULTURAL QUE SIEMPRE HA ESTADO POR UNA MEJOR CIUDAD Y POR UN PAIS DEMOCRATICO. NO LO DEJEMOS SOLO, HAGAMOS IMPOSIBLE ESE PROPÓSITO GROTESCAMENTE ANTIDEMOCRATICO.
