Recientemente Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, presentó a la prensa su nueva mascota llamado Simón, regalo del Gobernador de Barinas Adán Chávez.
Acababa de reincorporarse a sus funciones en el Ejecutivo de Palacio Rosado, después de una operación de un hematoma craneal que la mantuvo durante un mes de reposo; en un recibo de poltronas de estilo neoclásico, acorde con el mal gusto de nuestras elites gobernantes; mostrando al perro de raza San Bernardo conocido entre nosotros como Mucuchíes, especie de la misma estirpe de Nevado, animal dado al Libertador Simón Bolívar a su paso por Moconoque en San Rafael de Mucuchíes, por la familia Pino, durante los años de la Campaña Admirable.
La mascota de la señora Kirchner que mostró en sociedad –no es el problema- la molestia viene dada por el patronímico usado para llamarlo, donde se irrespeta la figura de Simón Bolívar, donde la Cancillería y las Academias, Sociedad Bolivariana y demás sacristanes del Culto al Libertador de cinco naciones y fundador de Bolivia, no se les escuchó la voz.
Si a Nicolás Maduro se le hubiese ocurrido bautizar con el nombre de José de San Martín a una mascota de su propiedad, es de seguro que los adoradores del Héroe de Chacabuco y Maipú, hubieran lanzado un grito de condena, al mejor estilo de los anti bolivarianos del Plata representados históricamente en las figuras emblemáticas: Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento.
Mantener la religión civil del culto a Bolívar y dejarlo en manos de ignorantes, quienes no les llegan ni por las patas a un Vicente Lecuna o Lucho Villalba, los lleva a alinearse con la macolla que nos gobierna, quienes mantienen con los populistas argentinos una dependencia civil, siguiendo la tradición inaugurada por “Corazón de mi Patria”, quien en vida compró bonos de la deuda externa Argentina, suministró tanqueros de Petróleo a fin de que Néstor Kirchner consolidara el poder político a través de Peronismo, manteniéndolo de forma dinástica primero su mujer y ahora preparan a su hijo Máximo para ocupar la residencia oficial de “Olivos”.
Manuelita Sáenz ya en su refugio de Paita en el Perú, olvidada y sumida en la más completa miseria, bautizaba a una numerosa población de perros que mantenía en el patio, con el nombre de los enemigos de Bolívar: Santander, Páez, Juan José Flores, Torre Tagle, demostrando su antipatía a quienes se dedicaron a conspirar y a socavar la gloria del hijo adorado de Caracas.
Esta señora prepotente y artificial en su conducta, heredera directa de Evita Perón, figura carnavalesca para manipular a los “cabecitas negras” de la nación del Plata, con esta actitud irrespetuosa de tratar al héroe sudamericano, presenta el rostro más grotesco del movimiento fascitoide el movimiento peronista o justicialista, como en los años en que se creía que la nación de Jorge Luis Borges llegaría a ser la Canadá del sur del continente.