A la excelsa benevolencia del Sumo Pontífice, su Santidad Paulo VI, debemos la celebración del Día Internacional de la Paz, el primero de enero de cada año. Nada más encomiable y jubiloso, que referirnos a la trascendencia y alcance de esa magna celebración y al eco profundo de aquel sublime cántico, que resonó con ufanía sobre la cuna de Belén.
Si para todo el mundo la paz tiene un significado especial, para Venezuela, adquiere mención superior, por el lucentísimo Decreto del eximio presidente Raúl Leoni, donde adhirió cordialmente a la noble preocupación del romano pontífice y es hecho singular y notorio, que nuestro país goza del privilegio de tener más de una centuria de paz plena, en todo el territorio nacional.
Tal como se desencadenan los hechos, a mediados de junio de 1903, el general Nicolás Rolando, jefe connotado de la Revolución Libertadora en Oriente, exasperado por el desastre de La Victoria, como el último baluarte de aquella revolución, con 2.500 hombres se posesiona de la plaza de Ciudad Bolívar. La acción oficial se hace sentir de inmediato y tropas gubernamentales ocupan el pueblo de Soledad, en la ribera opuesta del Orinoco, esperando la llegada del general Juan Vicente Gómez, al frente de un cuerpo expedicionario, que zarpó de La Guaira.
En persecución de Rolando, las tropas del vicepresidente Gómez, ocupan Ciudad Bolívar, mientras el general Román Delgado Chalbaud, cañonea la antigua Angostura, que es sometida, tras implacable asedio, a control del gobierno y, gracias a esta conflagración, se pone fin a las guerras civiles, que azotaron la estabilidad institucional de la República.
Es oportuno mencionar, que entre los oficiales capturados, se encontraba el comandante Giuseppe Garibaldi, nieto del famoso héroe del Resurgimiento Italiano y quien fuera contertulio y amigo de la Libertadora del Libertador, la heroína Manuelita Sáenz.
Rolando, el derrotado, era un infatigable combatiente, que gozaba de mucha popularidad en el oriente venezolano. Nativo de Barcelona y doctor en Farmacia, egresado de la Universidad Central. En la zona oriental y en los llanos del Guárico, había iniciado lucha de guerrillas, en oposición al régimen castrista de la época. Un rasgo de esa popularidad, la capto en un romance el genio poético de Andrés Eloy Blanco, y se revela en este expresivo cuarteto:
Madre Santa, yo te adoro,
dijo una mujer rezando,
con tal que triunfe Rolando,
te doy un rolando de oro.
Nuestros grandes escritores y poetas, captaron en sus creaciones literarias el alcance y significación de la problemática revolucionaria y algunos hasta participaron en esos sucesos del desplante caudillista. Como testimonio revelador, el doctor Aníbal Domínici, abandona el Rectorado de la Universidad Central y hace alianza con la revolución acaudillada por el General financista Manuel Antonio Matos. A la veleidad de Domínici, alude el maestro Rómulo Gallegos, en páginas de su primera novela Reinaldo Solar, con esta enfática imprecación: Mansión de los segundones, hermana menor de la violenta armada, ¡Tu también, tienes la culpa!.
Además, auspiciaban, este movimiento bélico de la Revolución Libertadora, los intereses de empresas financistas extranjeras (transnacionales) que operaban en el país, como eran: The New York and Bermúdez Co. Que tenía la concesión de asfalto del Lago de Guanaco, en el Golfo de Paria. La Compañía Francesa de Cables Submarinos y la Compañía Alemana (Disconto) del Ferrocarril Caracas a Valencia.
Exterminado el caudillismo radicado en las distintas regiones del país, sobrevino con esplendor esta centuria de paz y un poco más, que enaltece la vida nacional. Su libre asentamiento es factor positivo, para el desarrollo y afianzamiento de nuestra institucionalidad democrática, robustecida en un Estado Democrático y social de Derecho y de Justicia, y en general, la preeminencia de los Derechos Humanos, la Ética y el pluralismo político.
SOLO EL DERECHO IMPERA SOBRE EL OLEAJE DE LAS PASIONES
