Desde la casa de Marina al malecón habanero

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Los hitos cronológicos demarcan los balances. Cuando un personaje, institución o proceso arriba a una coyuntura significativa en el tiempo, se hace imperativo mostrar la evidencia de los logros o reconocer la crudeza de los fracasos. En ese orden y dado que el próximo primero de enero se cumplen cincuenta y cinco años de la llamada Revolución Cubana, es una buena ocasión para pasearnos por una pregunta fundamental: ¿dónde quedó aquel propósito del Hombre Nuevo, paradigma moral del fidelismo?.

Fidel Castro, típica expresión del machus penis cubanae, quizás con cierta convicción autocrítica, pensó que el norte ético de la revolución debía fraguarse alrededor de una tipología que demoliese de la mezcla voluptuosa y hedonista que caracterizaba a la sociedad cubana desde la propia época del dominio hispánico. La ruta Sevilla-La Habana fue la expresión mas acabada del tránsito mercantil colonial, pero la próspera economía de plantación no solo era el espacio para enriquecerse, sino también el lugar anhelado para distenderse en los míticos placeres del trópico caribeño.

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En 1959, según los preceptos un tanto hipócritas de la nueva casta gobernante, la austeridad revolucionaria debía reflejar una rígida moral y fue así como consiguió plasmar en algunas mentes idealistas e ingenuas que solo con denunciar el turismo de juego y prostitución que caracterizó la Cuba prerrevolucionaria, ya estaban echando los cimientos de ese nuevo ser del futuro: el ser humano solidario ajeno a motivaciones materiales y ejemplo del ascetismo personal.

Mientras la enorme subvención soviética pudo mantener la primitiva economía cubana, el sedimento psicosocial que había moldeado la cultura de la sensualidad se mantuvo en los niveles standardizados dentro de la tradición histórica de la isla. La prostitución como empresa sucumbió, pero la propensión a darle rasgos virtuosos a la subyacencia erótica nunca desapareció y fue así porque el abecedario marxista nunca ha entendido que solo el desarrollo de valores democráticos a largo plazo, con un sólido fundamento educativo de ideas abiertas, es el vehículo eficaz para desarraigar rémoras y reorientar tendencias culturales.

Al final del pasado siglo Cuba se enfrentó a la evidencia de su precaria realidad económica cuando al inicio de los noventa se cortó la ayuda soviética, lo cual trajo como inmediata consecuencia un brutal empobrecimiento que afectó a todos los estratos de la sociedad, exceptuando por supuesto a la nomenklatura oficial. El Estado se abrió al desarrollo de un turismo masificado para lograr el ingreso de divisas y la conjunción marginal de factores implícitos en esa estrategia económica propiciaron la institucionalización del Jineterismo como expresión social de la contemporaneidad cubana.

Mas que una ironía es un sarcasmo. Aquellos comandantes que a principios de los sesenta lanzaban invectivas contra “…los yanquis que han usado a Cuba como burdel”, han alcanzado una infame meta: la degradación de jóvenes cubanos de ambos sexos, contados en miles, y que como seres solo se aferran a un futuro mendicante por medio del comercio de sus cuerpos.

¿Después de cincuenta y cinco años, dónde quedó el Hombre Nuevo?

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