En los albores del año nuevo 2014, una pregunta se cierne sobre cada una de nuestras conciencias: ¿Qué nos aguarda en el escenario económico, cuáles son nuestras expectativas sociales, cuál será el estado de nuestros bienes y servicios, cuál será nuestro perfil jurídico, en qué momento serán atendidas las prioridades como el abastecimiento, la salud, la construcción de viviendas, la seguridad e integridad personal de cada uno de los venezolanos?
Si el gobierno continúa sin enfrentar en forma pragmática todos estos problemas que tienen un común denominador estructural, la falta de una gestión basada en la investigación y conocimiento a fondo de los mismos, podemos esperar que la tendencia natural a la entropía y el desorden, terminen por acelerar la destrucción progresiva de las instituciones que aún se mantienen en pie. En vez de combatir a la pobreza de la Nación, se le estimula con medidas tendientes a propiciar el consumo sin producción, el gasto sin inversión, el grado sin conocimiento, la gestión sin experticia, la administración sin economía, la justicia sin derecho, la obra civil sin fundaciones y estudio de suelos, los servicios sin estadística. Vale decir, la ignorancia rampante en todos los órdenes del quehacer nacional. El gobierno está convencido que el único plan de la patria que le conviene para seguir gobernando, es el plan de la ignorancia total. Mientras menos sepas, menos pides, menos exiges, mas rápido te conformas, “esto es lo que hay”, aumenta tu indigencia y por lo tanto, mi poder y control sobre ti y tu destino. Así de sencillo.
De allí que a la Venezuela democrática, le urge que la llamada “oposición” deje de colaborar con los objetivos estratégicos del gobierno hegemónico. Debe dejar de ser cosmética y mediática, para ganar en densidad y profundidad, local y focal, permeando el espacio político depauperado y sin recursos, haciendo que éste aparezca como actor económico a través del trabajo solidario de los descapitalizados. Para eso, tiene que inventar una forma distinta de hacer política. Debe hacer una política de creación de soluciones, de exposición de proyectos e ideas factibles, de programas de fuerza y contenido social, con el amplio concurso de toda la inteligencia del país, a la que debe convocar para apoyarla y promoverla y hacer que ella logre dar respuesta a los grandes e ingentes problemas de la nación. Se trata de dejar atrás el discurso reactivo de la oposición personalizada de los dimes y diretes sin aportar nada a cambio, demostrando capacidad y seriedad para ganar el fervor popular, organizando al pueblo en sociedades civiles que estudien a fondo sus problemas y puedan formular proyectos para su solución, con el concurso de los centros e individualidades que tengan el conocimiento, reseñado en propuestas de decenas de miles de tesis y trabajos de grado que no han sido articulados a la Sociedad. Mientras que todos los países del mundo abren sus espacios de inteligencia para patentar el ingenio de sus pobladores y vencer las dificultades, nosotros todavía esperamos al mesías que nunca llegará a redimirnos sino lo descubrimos dentro de nosotros. Es la hora de sincerar la política, sincerándolo todo. Toda oposición tiene el gobierno que se merece. Mientras menos inteligente y capaz sea, en esa medida se convierte en el primer estímulo de un gobierno torpe e irresoluto.