Terminó -¡al fin!- el sopotocientos proceso electoral de la Venezuela actual. Alguien tenía que decirlo. Nosotros compartimos con muchos tal cometido: en nuestro país hace quince años que casi nadie trabaja. Unos, porque es difícil conseguir un buen empleo. Otros, porque están dedicados, únicamente, a las campañas electorales. Quiera Dios que los dos próximos años sean para asumir labores productivas y caminemos todos unidos en una misma dirección. El pueblo está pidiendo a gritos la solución de grandes y graves problemas que ya son calamidades.
Más de ocho millones de electores se quedaron en casa con los brazos cruzados. ¿Será que dejaron de querer a la patria? ¿O es que la quieren más y se niegan a “perder el tiempo” en votar? Alguna razón de fondo les asistirá y prefieren mantenerse al margen de esa recurrente contienda que, día tras día, está arruinando a la nación por los cuatro costados.
Sentirse triunfador con el respaldo nacional de la cuarta parte de los electores del país carece de sentido patriótico. Y decimos esto porque los dos segmentos que, hace ya bastante tiempo se reparten, casi en partes iguales, la mitad del electorado, siempre se proclaman victoriosos. Mucha gente cree lo contrario: ambos deberían sentirse perdedores, si es que aman a Venezuela, puesto que es a ésta la que estamos perdiendo. ¡Y muy aceleradamente!
Sin embargo, nosotros aún queremos ser optimistas: seguimos vivos y con mucha salud. Hacemos esta afirmación, porque nuestro pueblo es demócrata por esencia. Por esto tenemos fe en que el día que se levanten esos millones de brazos, hoy cruzados, la democracia y la libertad quedará de nuevo a salvo, y Venezuela volverá a ser un ejemplo de democracia para el resto del continente y del mundo.
Por ahora, una reflexión: pensemos que somos hermanitos de patria. Volvamos a querernos y a respetarnos como antes. ¡Feliz navidad y Próspero 2014! ¡Hasta enero!
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@UrdanetaAguirre