“Los hombres normales no saben que todo es posible” reza el epígrafe de David Rousset que anuncia la tercera parte de una obra monumental, Los Orígenes del Totalitarismo, escrita por Hannah Arendt, en medio de lo que ella misma llamara optimismo indomable y desesperación inconsolable. Comenzada en el otoño de 1945 y publicada en 1951, le permitió objetivar a la distancia –se había refugiado en los EEUU huyendo del nazismo- lo vivido en medio del horror del holocausto.
Extenso capítulo, muestra la complejidad y sistematización del régimen totalitario, señalando “…la sorprendente celeridad con la que son olvidados y la sorprendente facilidad con la que pueden ser reemplazados” personajes como Hitler o Stalin, mantenidos y sobrevividos a las crisis, gracias al apoyo, identificación y conformismo de las masas. Señala que éstas no son engañadas por ignorantes, pues antes de ascender al poder, los movimientos totalitarios anunciaron lo que vendría: la ola antidemocrática asoló Europa después de la primera guerra mundial.
Una afirmación sigue siendo un asunto a resolver por la Democracia: El éxito de los movimientos totalitarios la puso en jaque por dos razones: La primera, cuestionó el sistema de partidos que hacía “creer que el pueblo en su mayoría había tomado parte activa en el gobierno”, lo que llevaba a pensar que”… una democracia podía funcionar según normas activamente reconocidas sólo por una minoría”. La segunda, que el gobierno democrático descansaba sobre la aprobación tácita y la tolerancia, de secciones indiferenciadas del pueblo, así como en instituciones indiferentes e indiferenciadas del país.
Atacarla significó usar y abusar de las libertades democráticas e instituciones, con el fin de abolirlas. En Alemania, al acceder al Parlamento y despreciar el gobierno parlamentario, “…lograron convencer al pueblo en general de que las mayorías parlamentarias eran espúreas y no correspondían necesariamente a las realidades del país, minando así el “…respeto propio y la confianza de los Gobiernos que también creían en la regla de la mayoría más que en sus constituciones”.
Ejercicio denso de interpretación, nos ayuda a leer los tiempos actuales y recordar que cuando el río suena, piedras trae. Si bien este no es un gobierno totalitario, si lo son sus actitudes y orientaciones. La complejidad de los totalitarismos analizados por la Arendt requieren no sólo claridad de objetivos por quienes los adelantan, sino de organización y disciplina, efectividad de los aparatos de Estado con sus estructuras interrelacionadas, aparato militar y policial obediente y efectivo, afortunadamente impropios de esta manera de gobernar y planificar que parece moverse al ritmo de pachanga que a veces parece rumba, otras encuentro de predicadores.Sostenido también por la indiferencia, los diversos niveles de corrupción, la comodidad o la polarización.
Evidentemente, gustan y abusan del poder y de los beneficios de la democracia. Centralizan y eliminan bienes y patrimonios que no pertenecen ni al gobierno ni a la oposición, sino al país, a los estados, municipios y a la gente concreta que vive en las ciudades y pueblos. Quienes eligieron sus gobiernos municipales para que administren lo que es de todos, no aceptan el gobierno paralelo montado por el Poder, ni terminan de comprender por qué no sólo les quitaron sus competencias administrativas, sino los recursos de infraestructura y presupuesto, a las autoridades electas legítimamente.Son actitudes totalitarias el creerse con derecho acrear nuevas Corporaciones –Corpolara, Corpoaragua y Corpoguayana- o premiar a perdedores como Villegas.
En estas tierras barquisimetanas, les han eliminado las competencias al gobernador y al alcalde sobre el Complejo Ferial, el Parque Ecológico de Macuto y Mercabar, como si quienes los eligieron para dichos cargos estuvieran pintados en la pared. Quizás entenderíamos mejor lo que nos pasa como sociedad, desde “la banalidad del mal”, noción propuesta por Arendt, del mal banalizado por surgir en lo cotidiano, lo burocrático, entre hombres y mujeres comunes y corrientes, cercados por la lógica del prejuicio y exclusión del otro, dispuestos a justificar lo ilegal, de la aceptación del “malandro interno” conviviendo con el “buena persona”. ¡Cuántos desafueroshan sido cometidos a nombre de la Revolución!
Las voces de Penélope – Leyendo a Hannah
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