Hace poco, el gobierno se hizo aprobar en la Asamblea Nacional un crédito adicional para adquirir alrededor de seis mil toneladas de bovinas de papel, mientras que el resto de la sociedad que sufre la carestía del higiénico, ahora tendrá que soportar la del que sirve para imprimir –encareciéndose– desde las más elementales tareas escolares hasta la necesarísima edición de la prensa convencional, pues todavía la brecha digital es significativa. Jamás se había atrevido régimen alguno en Venezuela a semejante monopolio, gracias a los petrodólares que niega al resto de los venezolanos en nombre.
El papel del gobierno está destinado a sus obsesiones, afanes y locuras políticas, pues, consabido, no intentará la edición masiva y duradera de las obras completas de Bolívar, ni –sensibilizado– lo procesará para que sirva a los fines del aseo personal de millones de venezolanos que tampoco tendrán el periódico a la mano para sus urgencias estomacales. La felicidad hecha mar, consiste en el inmisericorde bombardeo propagandístico, propulsando a sus candidatos edilicios, explicando en qué consiste la felicidad o pretextando el duro combate contra el imperialismo.
El papel del gobierno es para los miles de millones de volantes y afiches, capaces de alfombrar las calles, tupiéndolas de atrevidos diseños y colores. Acaeció recientemente en el cetro caraqueño, variando enfermizamente los motivos gráficos, sobraron los pasquines que dicen defender a Bolívar frente al fascismo que nos castiga.
El papel del gobierno es darle trabajo a quienes desesperan, imprimiendo para que distribuyan y engalanen los muros de la ciudad. Incluso, los más avispados podrán escenificar sendas obras teatrales so pretexto de esa dislocación teológica que sintetiza aquello de “comandante eterno”.