REFLEXION – 17 de Diciembre

Cuando el presidente Chávez, haciendo uso de las atribuciones que le confería la ley, decidió abrir la tumba donde se encontraban los restos del Libertador Simón Bolívar, ya no recuerdo para qué.  Quienes esperamos con ansias la pronta venida de Nuestro Señor Jesucristo y vivimos para predicar el Evangelio de Salvación, hay cosas a las cuales no le damos mucha importancia. Es un derecho que tenemos. Por cuanto estamos absolutamente convencidos, que todo lo que sale de la mente política de los políticos, siempre tiene un interés político personal o de grupúsculo. Para nosotros trivial y superfluo. De poco interés espiritual. Sólo tratamos de usarlo para sacar una enseñanza que trascienda lo simplemente humano. Nos acogemos al mandato divino que es muy claro. “Por tanto, amados míos, tal como habéis obedecido siempre, no sólo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.”Filip.2:13. Y eso es lo que tratamos de hacer.
En aquella ocasión, cuando se levantó esa polvareda, nos preguntamos, qué esperaban conseguir al abrir el sarcófago. Para muchos, fue un acto de “patriotismo científico”. Para otros una ridiculez. Y para los más fanáticos, incluyendo profesos cristianos, un acto de violación a la tumba de un héroe de la patria, que podía traer consecuencias  serias, sobrenaturales,  al país y a los profanadores de tumbas. Y en efecto, después de la muerte del presidente y de otros por allí. De aparecer algunos enfermos, alguien se atrevió a afirmar que se estaba cumpliendo una maldición, al mejor estilo de Tutankamón. ¡Por favor! Me recuerda el decir de los abogados “la ignorancia es atrevida”. Sin embargo, lo que sí se cumplió fue lo que nosotros dijimos iban a conseguir: polvo. No porque nosotros seamos adivinos. Sino que Dios ya lo había explicado desde el principio. «Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás».Gen.3:19.
Si nos quedáramos aquí, no le encontraríamos sentido a este Evangelio. La muerte se entendería como la última estación del hombre en la vida. Unos dirían que encarnará en otro cuerpo, así sea de animal. Otros, que el “alma” se quedó en el limbo, en el infierno, el purgatorio o se fue al cielo. Pero la Santa Biblia dice que el muerto baja al sepulcro, vuelve al polvo de donde vino y el aliento de vida regresa a Dios, por cuanto es quien lo da. Y por supuesto, lo devolverá cuando él venga por segunda vez a esta tierra. A unos para recibir la muerte eterna y a otros para darle el reino eterno, en justicia por su fidelidad a nuestro Señor Jesucristo. Pero, mientras tanto, las obras buenas que hicieron en vida, siguen. “Y oí una voz que me decía desde el cielo: «Escribe: «Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor». Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen»Apoc.14:13
Se refiere a los buenos ejemplos, a los actos de justicia para con los más necesitados, que sirven a generaciones futuras. Y eso es lo que conseguimos en relación con el Libertador. Con Nelson Mandela. El cuerpo se volvió polvo o tierra. El aliento de vida fue a Dios y en el futuro se lo devolverá para muerte o para vida eterna. Así dice Dios, quien tiene la última palabra.  Pero la obra libertaria, le gesta emancipadora, el ejemplo de constancia y fidelidad por la justicia social, sigue su curso, edificando generaciones en valores positivos. Eso es lo que queda.
Si se realizó un acto de justicia y patriotismo cultural al exhumar sus restos, si montaron un show mediático político, si profanaron su tumba, si exaltaron su memoria o deshonraron su legado. Eso ya no importa. Lo que realmente tiene importancia es el tipo de vida que  usted lleva en la actualidad. Lo que verdaderamente tiene trascendencia, es su capacidad para aceptar a Cristo como su Salvador personal, su obediencia y entrega al Evangelio. Lo que cuenta al final de nuestras vidas, es el interés sincero de conocer más acerca de estas verdades y su decisión de buscar, indagar, preguntar y estudiar acerca de la Salvación. Y estos son tiempos propicios para hacerlo. Lo demás es, como dijo el sabio Salomón. “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” !Nos encontramos el martes que viene, con el permiso de Dios. “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi.” Jesús de Nazaret.

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