Cuando muere un amigo se proyectan ante nuestros ojos, como si fuera una película a gran velocidad, los hechos que te relacionaron con él. Cuando la muerte es inesperada por no existir enfermedad previa que la haga presentir, el cerebro parece materializar esas circunstancias y por efecto, las revives.
Me sucedió cuando recibí la terrible noticia del fallecimiento del Dr. Jack Pérez Viacava, me transporté más de veinte años atrás cuando en los pasillos del Edificio Nacional, ante la ya agitada vida política venezolana y los males que se presagiaban en el gremio abogadil, casi para culminar la campaña electoral que elegiría nuevas autoridades en el Colegio de Abogados del estado Lara, pregunté a un amigo qué podíamos hacer, a quién deberíamos designar para tan alta responsabilidad.
Humberto Fernández, sin decir palabras inicialmente se limitó a señalar hacia el Tribunal Superior Primero en lo Civil, Mercantil y Trabajo. En seguida me dijo: a Jack. Así comenzamos una cruzada electoral corta pero fuerte, plena en mensajes y principios. Nuestro contendor no eran los otros candidatos, era estrictamente la necesidad de poner el Colegio en las manos apropiadas para el momento histórico que vivíamos. Pasó ante mí, como si fuera hoy, un amanecer de diciembre de 1991, cuando nuestro candidato fue proclamado presidente del gremio. Así pudo Jack Pérez Viacaba consolidar una institución con la cual tuvo relación paterno-filial: Fundalex; descentralizó el Colegio creando la Delegación del Sur, conformada por Quíbor, El Tocuyo y Sanare; fortaleció todas las organizaciones internas como la Coral, el Cine Foro, el Instituto de Estudios Jurídicos, la Biblioteca y proyectó algunas obras, que afortunadamente pudimos concluir en el período siguiente como el hoy flamante y útil edificio Pbro. Pérez Llantada, donde se cursan estudios de post grado.
También reviví las noticias agradables que compartió conmigo, como los matrimonios de sus hijos, el nacimiento de sus nietos, la graduación de Jackson, que lo llenó de mucho orgullo, cumpliendo así el décimo mandato del Decálogo del Abogado del maestro Eduardo Couture, “ama de tal manera tu profesión que cuando un hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor proponerle que sea abogado”.
Rememoro como recientemente me hablaba del fomento de su pequeño predio rural, al cual estaba dedicando todos sus esfuerzos y recursos económicos, siempre muy limitados en un ex juez probo y honesto como fue. Los hombres aún no entendemos plenamente las bondades del tránsito de lo terrenal a la vida eterna pregonada por Jesucristo, por eso sentimos profundamente la muerte del amigo. Nuestras palabras de profundo sentimiento a Pilar Montaner de Pérez, su esposa y a sus hijos César, Jackson, María Josefina y María Fernanda, a sus nietos. Paz a sus restos.
Jack Pérez Viacava: Gremialista puro y Juez honesto
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