Vituperio a Bolívar de la presidenta de Argentina

Los hechos de absoluta veracidad, confirman la entrañable y fraternal amistad, que unió en vida, a los más eminentes Libertadores del Sur: Simón Bolívar y José de San Martin. Sus propios testimonios, son la más cierta evidencia de la sublime dimensión de este noble sentimiento que los une en la posteridad. En el sentido coloquial de estas vidas excelsas, se puede medir la profundidad de estas manifestaciones de aprecio y de fraternidad cordial. Bolívar emite este juicio: donde nada redunda: “Primer amigo de mi corazón y de mi patria. Reitero a Ud., mis sentimientos francos, con que yo soy de Ud., el más apasionado, efectivísimo”. La respuesta no tarda, es inmediata y fluida. “Amigo le llamo a Ud. y este nombre será el solo que debe quedarnos en la vida, porque la amistad es el único vinculo que corresponde a los hermanos de armas, de empresas y de opinión”. Estaban atados, el uno al otro, por el eslabón de la palabra.
Siguiendo esa línea del estilo de la fraternidad cordial fue de bonanza y leal entendimiento este acuerdo amistoso, que durante toda la existencia, mantuvieron para gloria reciproca Bolívar y San Martin, que es idéntico siempre, como lo revela con prodigalidad, el copioso legado de la comunicación cruzada, imbuida de descollantes asuntos, tanto de la paz como de la guerra y las concertivas de las relaciones internacionales y de todo el inmenso esfuerzo emancipador por ellos emprendido, que no fue nunca superior al intento, de reunir el imperio de los Incas al Imperio de la libertad.
Esa requerida visión de unidad estaba amoldada a todas las situaciones y brotaba espontanea, como manantial inexhausto, impulsado por perentorios quehaceres inaplazables. Por lo versátil de esta línea de acción, desde Trujillo de Nuestra Señora de la Paz, destacó el Libertador a su edecán Andrés Ibarra en misión especial, ante el prócer bonaerense, Juan Martin de Pueyrrendón, con el encargo de promover acuerdos unionistas, cuando nace la doctrina bolivariana de la integración y acuña la afortunada frase: “Una sola debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad”.
Debe destacarse, por su ulterior significación, que Belgrano y Rivadavia, próceres argentinos, no fueron del elenco leal a Bolívar y que interfirieron, la celebración y brillo internacional del Congreso Anfictiónico de Panamá. Lo que muy certeramente califica, nuestro notable historiador revisionista, Caracciolo Parra Pérez, como disidencia, entre la política grande (oceánica) de Bolívar y la política de (estuario del Ríos de la Plata), personificada en Rivadavia.
Don Bartolomé Mitre, notable historiador y presidente de la Argentina, fue al igual, malqueriente de las glorias del Libertador. Este párrafo, es por demás, expresivo y contundente: ¿Que queda de Bolívar, la heroica epopeya a través del territorio libertado por él? ¿Nada valen el estadista, el constitucionalista, el escritor, el guerrero, el orador?
A esa menospreciativa línea, merece este reciente baldón de vituperio estremecedor de la Presidenta Cristina Kirchner, con sus bien ocultos cantos de sirena, que susurra en sinfonía de juglar, al ponerle a un hermoso cachorro, que le enviaron de Venezuela, el glorioso nombre de “Simón, en homenaje a Simón Bolívar”(Joaquín Morales Solá. Columna publicada en LA NACION de Buenos Aires, reproducida por El Nacional de Caracas, el jueves, 21-11-13).
Bolívar mantuvo alto aprecio por el perro, noble compañero y recuerda con férvida remembranza, su corpulento Nevado, digno del mármol, ejemplar de Mucuchies, que exaltó en la crónica histórica, la pluma fina y descriptiva de Don Tulio Febres Cordero. El pincel del plástico trujillano, José Juan Rodríguez, hace aparecer, hermoseado por el pincel, la efigie de NEVADO, al lado del Libertador, en el sugerente lienzo Firma del Decreto de Guerra a Muerte.
Con irrestricta indignación, elevamos al Señor Canciller Elías Jaua, reclamo al gobierno argentino, por la ofensa inferida al Libertador, además solicitar la sustitución del nombre, adaptado al regalo canónico, que mancilla el honor y dignidad del bolivarismo venezolano, patrimonio inmortal que nos honra y enaltece.