Entre cacos y locos

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Las guerras entre mafias son la última fase de un sistema montado sobre corruptelas, complicidades y conciencias compradas.
La era de locura en Venezuela se erigió sobre tres bases: Un carisma personal, un diluvio de petrodólares y un apoyo castrense. Ya no hay caudillo, las reservas que alimentan el circo caen en barrena, y solo queda lo militar.
Hoy los enchufados se caen a dentelladas por sobras y dejan la economía en manos de una cuerda delirante de comunistas suicidas, aprendices de brujo que juran que la inflación se baja por decreto y a la fuerza.
Lo que viene es un descomunal desabastecimiento con hiperinflación – pero sin posibilidades de imponer un régimen de terror sistemático al estilo cubano en un cuero seco con 14 años de resistencia activa e irreductible.
La llamada «guerra contra la corrupción» es apenas un pleito a cuchillo entre cacos – como se vio claramente en el episodio Daka y las fotos de sus «dueños» con miembros de la ex-familia imperial.
Aquel saqueo organizado dibujó dos caras de la actualidad: De un lado fornidos jóvenes – a muchos se les puede imaginar uniformados – con costosas camionetas- cargando cuanta mercancía suntuaria podían. De la otra parte, un importante número de gente cívica protestando indignada aquel descarado robo.
La comparsa roja lleva años metiendo miedo al país decente con el «coco» de un «pueblo bravo» – un mito que jamás fue realidad. Un «lumpen» miserable no es sino una mazamorra amorfa y cobardona que sigue al mejor postor. Hará colas para desvalijar comercios, pero pobre del usurpador que cuente con su lealtad.
El régimen sí tiene pandillas delictivas y motorizadas, los sicarios de este fatal «proceso». Pero en esas cobardes gavillas no existen héroes y además son enemigos naturales de todo militar honorable. Se esfuman ante una embestida frontal de fuerzas del orden.
La verdadera y única tabla que sostiene a tanta vergüenza es un minoritario sector de oportunistas castrenses, los mismos ladrones de gallinas de siempre. Pero las fuerzas armadas son espejo de la población, y en ellas hay mayoría con permanente vocación de superación que no dejará que el atajo de cacos y locos termine de asfixiar a la gallina de los huevos de oro.
Mientras el asqueroso régimen se desintegra entre demencia y saqueos, la mayoría ciudadana – con y sin uniforme – ya está clara que la comunidad internacional reconocerá a cualquiera que controle el petróleo venezolano. A partir de allí, solo hay un pequeño paso para que lo maduro pase a podrido y en consecuencia, se vuelva desechable.

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