Los hallazgos de una investigación local reciente indican que existe incongruencia entre el pensamiento y la acción de los docentes ante la incorporación de las tecnologías de información y comunicación (TIC) en su formación y que además, existen barreras que obstaculizan el aprendizaje de las TIC, lo cual conduce a interpretar que existe un aprendizaje de recorrido simple y un modelo de la teoría en uso que limita la incorporación de estas herramientas.
El trabajo denominado “Pensamiento y acción de los profesores sobre la incorporación de las TIC a la formación docente: un análisis desde la perspectiva Teoría de la Acción”, fue desarrollado en el programa interinstitucional Doctorado en Educación de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador de Barquisimeto (UPEL-IPB), por la docente Juana Jiménez, quien considera que la incorporación de lasTIC representa un desafío para la educación universitaria.
A su juicio existe una necesidad de replantear los esquemas de formación docente, como un fenómeno social, histórico y cultural, “de manera que interactúen el conocer con el hacer, ser y aprender de cara al desarrollo y consolidación de competencias pedagógicas para la construcción del conocimiento y humanización de las tecnologías, en el horizonte perceptivo de los actores sociales de las bondades en el impacto educativo, como miembros de la comunidad académica”.
Se deben incorporar nuevos conocimientos y herramientas en un mundo de tecnología versátil y de información que se renueva dinámicamente, según los acelerados cambios que la misma tecnología impulsa, “siendo los procesos de pensamiento y acción determinantes en el desarrollo del conocimiento de los diversos campos de la cultura y la sociedad.
Este abordaje de la integración de las tecnologías representa una revolución educativa, con un desafío eminente para la concepción de una nueva pedagogía tecnológica”.
La existencia de las TIC también invitan a repensar sobre los elementos que subyacen en la enseñanza y aprendizaje tradicionalmente implementados en las instituciones educativas, donde al saber no se le da cabida en la cooperación del docente-docente, estudiante-estudiante, como sujetos interactuantes en las diversas dimensiones de creación del conocimiento, sino que persiste en la mera recepción del estudiante con la información que recibe exclusivamente del docente en el proceso de mediación, acota.
“Ante este escenario, le corresponde al profesor revisar su postura como agente de cambio, incentivador, creativo y competente para comprender su nuevo rol, donde el ser y el hacer se conjugan en cuanto el sentido de orientador, diseñador y gestor del proceso del aprendizaje, como también en el escenario de identificar los ámbitos de entorno virtuales”.
“Mí interés está enfocado en el personal docente por cuanto considero que el éxito en todo proceso educativo radica, entre otros factores, en comprender cómo piensan los docentes y demás actores involucrados en la praxis pedagógica, así como también el nivel de compromiso que estos asuman para incorporar las TIC a la formación docente”, indica Jiménez.
Adaptación al cambio
La autora señala que la UPEL, como institución formadora de docentes, debería concebir una forma de enseñanza y aprendizaje capaz de despertar tanto a los docentes como a los estudiantes el interés por un aprendizaje autónomo, continuo, cooperativo mediatizado a través de los entornos virtuales educativos que se adhieran al compromiso social replanteado desde la formación de profesionales capaces de adaptarse al cambio, a la incertidumbre y al acelerado ritmo que las tecnologías imponen.
“El pensamiento del docente y la manera de concebir su praxis pedagógica en el hecho educativo integrando las TIC, amerita la actualización y contextualización de un comportamiento acorde a las necesidades y expectativas de formación docente de acuerdo a los retos planteados en este siglo XXI, en el cual, hay una búsqueda constante de estos horizontes de autoaprendizaje a través de las TIC, que proyectan en la esfera cognitiva la actuación emergente de las situaciones formativas”, explica.
La universidad como escenario activo de creación y construcción del conocimiento debe ser copartícipe de la toma de decisiones en lo referido al desarrollo científico-tecnológico, a fin de proyectar en todas sus dinámicas de acción, la revolución de la tecnología de la información y la comunicación, la prevalencia del conocimiento como factor que agrega valor a las acciones humanas y el surgimiento social de la información en el sentido de la globalización, apunta la docente.
Beneficios
en los estudiantes
En un contexto educativo sólido, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden ayudar a los estudiantes a adquirir las capacidades necesarias para llegar a ser:
•Competentes para utilizar tecnologías de la información.
•Buscadores, analizadores y evaluadores de información.
•Solucionadores de problemas y tomadores de decisiones.
•Usuarios creativos y eficaces de herramientas de productividad.
•Comunicadores, colaboradores, publicadores y productores.
•Ciudadanos informados, responsables y capaces de contribuir a la sociedad.
De esta manera, “las TIC abren posibilidades en el proceso educativo, en cuanto al valor que le puede otorgar el docente a su uso en los procesos de enseñanza y aprendizaje, en la concreción de su disposición desde los discursos y acciones, para integrar y operar eficientemente, con creatividad y autonomía, sobre la base de estas herramientas tecnológicas como un recurso relevante en el desarrollo del currículo”.
Según la profesora Juana Jiménez existe una brecha entre las demandas de la sociedad global y las posibilidades limitadas que ofrece la universidad para atender con calidad y pertinencia, las exigencias de los nuevos tiempos.
En consecuencia, es necesario que las instituciones universitarias promuevan cambios endógenos orientados a actualizar los contenidos del plan de estudio, renovar sus modelos educativos, definir un aprendizaje centrado en el estudiante como gestor y responsable de su propio proceso, la participación activa y colaborativa en la construcción social del conocimiento, la autorregulación del aprendizaje, la utilización de tareas significativas y la búsqueda de una alta pertinencia sociocultural.
“El aprendizaje basado exclusivamente en el método tradicional, no resulta suficiente para desarrollar en los estudiantes las competencias cognitivas, creativas y organizativas requeridas para la sociedad actual”.