La edición 22 del Salón de Artes Visuales Héctor Rojas Meza, por primera vez bajo el formato de Bienal, honró a la nueva generación de creadores. Los lauros más importantes fueron otorgados a cuatro jóvenes, decisión aclamada por curadores, pintores, críticos y espectadores.
El Salón Bienal de Artes Visuales Héctor Rojas Meza se instaló el sábado en el Ateneo de Cabudare, que se unió al duelo que embarga a la plástica local por la desaparición física del maestro Omar Anzola.
Benjamín Terán acompañado de Ely Alba Bracho, María Elena Rojas, Rosa Gisela Torres, José Guimaraes, Alberto Asprino, Gabino Matos, Ramón Chirinos y Ana Magaly Bracho, condujo la ceremonia de premiación.
Mirar y sentir las obras
El arquitecto Alberto Asprino se encargó de la museografía de la confrontación junto a un grupo de entusiastas que participó en el taller Más allá del martillo y el clavo.
Fue una tarea díficil asumida y una hermosa experiencia, dijo.
Reveló que no se trató de llenar el espacio con obras. Se trató de llenar con deseos, solidaridad, sentimiento, institucionalidad.
El recorrido por las 34 obras comienza con acento en lo festivo y culmina con el ocaso de la vida.
El asesor permanente del Salón Bienal hizo un paréntesis para referirse a la pieza Desde mi infancia, del fotógrafo Ricardo Marapacuto.
Así termina la puesta en escena que pone en relieve las nuevas búsquedas de la plástica en Lara, Yaracuy, Falcón, Carabobo, Zulia y Portuguesa.
“Se nos ocurre en este duelo reivindicar la vida, porque después de todo la vida es un regalo”, precisó.
Baño de juventud
El jurado integrado por la investigadora Lisset Álvarez, la arquitecta Laura Carrera y el fotógrafo Marcel del Castillo concedió tres menciones especiales: a Maritza Di Góngora de Carabobo, Leibe Liscano y Mercedes Aldana, ambos de Lara.
El Premio al paisaje Ramón Díaz Lugo, auspiciado por la Galería Villalón, fue para el ensamblaje Sociedad de hojalata/ Petare cenital, del arquitecto Robert Montilla, natural de Portuguesa pero radicado en Lara. Para el jurado se trata de una excelente reinterpretación del paisaje.
El Premio Alcaldía de Palavecino se lo llevó la escultura Camino destinal, de David González, de Lara. Fue aclamado por el dominio de la talla, ensamblaje y pintura.
El Premio Antonio Scorches se le otorgó a Kelly Chaviel, de Yaracuy, gracias a la pintura Entre laberintos y encrucijadas solo hay una salida.
Y por segunda vez en la historia del Salón, la fotografía conquistó el Gran Premio Héctor Rojas Meza.
El arquitecto Juan Miguel Marroquín se alzó con el título por el proyecto Registro de rutina.
“La obra refleja una idea que utiliza el lenguaje fotográfico de manera muy natural, dejando ver los fuera de foco, los estallidos y los contrastes como elementos narrativos. La composición logra equilibrar un conjunto armonioso. Su condición emocional se traduce en un compromiso personal”, escribió el jurado.
La confrontación se dio un baño de juventud, comentó el crítico de arte Gabino Matos.
“Es interesante la decisión. La nueva creación está volcada a los problemas políticos, sociales y económicos del país”, agregó el artista plástico Ramón Chirinos.
“Ni artista ni maestro”
El pintor que cambió el Orinoco por el Turbio recordó el legado de Omar Anzola, José Requena y Antonio Scorches.
“Si me preguntan si me considero artista les diría que no. Ni artista ni maestro. Soy simplemente el Negro Lizardi. Este reconocimiento no es para mí, es para mi obra”.
“A través de su obra, sus líneas y el manejo del color no ha hecho más que tratar de convencernos de la verdad de sus mentiras, porque es el trabajo esencial que recoge en su paisaje, donde la naturaleza completa es protagonista”, señaló Gabino Matos.