Que hay personas que con sus prácticas económicas perjudican al pueblo es cierto, pero de ningún modo hay derecho de satanizar a quienes intentar ganarse la vida con trabajo, en medio de todas las dificultades que padecemos y ante tanta facilidad de escoger caminos poco honrados, como tampoco hay derecho para violar derechos tan básicos de las personas, como la presunción de inocencia.
Imagínate siendo el regente de una tienda x. Cada producto que vendes allí tuvo un costo para ti: una línea de zapatos la compras a un comerciante mayorista que te pide una cantidad de dinero que juzgas razonable y pagas, como un plus, debes apartar parte de tus ingresos para transportar la mercancía, y cancelar los salarios respectivos a tus empleados.
Pero además, aún cuando algunos insistan en que debe haber más control estatal en la economía, tienes a una serie de burócratas de quienes requieres para cumplir con una abultada permisología (y militares también) que en el camino te exigen una «comisión» para hacer su responsabilidad (No olvides que Venezuela es uno de los países más engorrosos para hacer negocios y último en libertad económica).
Ahora llega a tu local otro funcionario vestido de rojo y con una insignia en la que se lee: «Revolución Bolivariana», que te impone una serie de precios que debes considerar Palabra Santa, so pena de cárcel, linchamiento moral y saqueo incluido. Por supuesto, tú eres un tipo listo y has calculado los gastos de tal manera que puedas sustentarte y a tu familia, sin expectativas de superávit, porque con la inflación que hay y los medicamentos que debes comprar en caso de una emergencia debido a que los hospitales no reciben la dotación adecuada, has determinado que cada par de zapatos tendrá un costo de, digamos Bs. 500 (es sólo una cifra hipotética para ilustrar la situación).
El susodicho saca de su portafolio una lista minuciosa de «precios justos» y señalándote con el dedo índice te manifiesta que las referidas prendas no podrán exceder el valor de Bs. 200. Piensas en tu familia, tus hijos, tu futuro… Y le insistes en que no puedes reducir la cantidad fijada, y con argumentos emotivos y al mismo tiempo convincentes, como buen vendedor le ofreces un trato: «¡Bs. 450!». Ahora, después de mirarte fijamente te dice el mencionado funcionario: «Bueno señor, usted se ha comportado como todo un caballero así que seré indulgente con usted y le extenderé el plazo tres meses más de lo previsto, luego de ello tendrá que ajustar sus precios, que tenga una buena tarde».
Presurosamente haces todas las diligencias para solventar la problemática situación e intentas reducir costos: Bajando salarios, pero el sindicato se opone, protestan y te multan. Buscando otro proveedor, pero aunque ya no tienes que pagar el flete, no te ofrecen variedad porque están en una situación de asombrosa similitud a la tuya, encima todavía estas lejos de alcanzar las anheladas metas. Intentas hacerte productor asociándote con alguien que te da la oportunidad de entrar en el negocio manufacturero, y a paso lento tienes la esperanza de que con algo de suerte lograrás tu objetivo; quince días después los expropian.
¿Qué opción te queda si no es la bancarrota?
Pues bien, esa es la situación con la economía de control y decreto que se ha venido manejando en Venezuela desde hace tiempo y pretenden profundizar. Las masas se apaciguan con pan y circo y es eso lo que reciben con espectáculos barbáricos como lo sucedido con la empresa Daka y con las expropiaciones-robos que parecen ya no escandalizar a los ciudadanos por la naturalidad con la que se practican.
Urge un cambio de rumbo, pero a estas alturas del discurso es más que ingenuo esperar que el régimen se enmiende, somos los ciudadanos los que podemos propiciar el cambio de modelo que requiere Venezuela, y que no es suficiente el voto ya quedó demostrado en las legislativas, que con más votos tuvimos menos diputados; en la elección del 7-O, cuando se vio un claro y vulgar ventajismo que de ningún modo podría no anular el proceso entero de dicha elección; el 14-A, cuando se juramento a Nicolás Maduro sin haber finalizado la auditoría (que a demás no se realizó como estaba planteada), y en la truculenta manipulación de la justicia que se hizo para obtener el voto necesario que aprobara la ley habilitante que hará de todo, menos combatir la corrupción. Es en la calle donde se tendrá que dirimir la crisis que vivimos. Sólo unidos podremos hacer grandes cosas.
Economía en contexto
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