La ciudad como tema – No hay nada peor que el silencio

Leo, con tristeza, que el profesor Oscar Tenreiro se retira, espero que por un tiempo corto, de su columna en TalCual, “Entre lo cierto y lo verdadero”, una voz que siempre leía los fines de semana porque abordaba temas importantes que escapan de la cotidianidadde la profesión de arquitectos y urbanistas. Por supuesto, el seguirá hablando desde su blog personal, pero ya sin estar sometido a la dictadura de la entrega semanal y de la fecha de cierre que necesariamente  impone la prensa.
Quedan otras voces, como es la de Marco Negrón -incansable defensor de la racionalidad en el planeamiento urbano- y algún que otro articulista que publica ocasionalmente en las muy escasas revistas digitales nacionales (Croquis, del Colegio de Arquitectos de Venezuela, es una de ellas). No hace mucho tiempo la enfermedad se llevó a William Niño de modo que el panorama de la crítica y la reflexión en nuestro campo está abierto –y urgido- de nuevas voces, especialmente de gente joven que traiga consigo una ráfaga de frescura y atrevimiento. Estas son especialmente necesarias en tiempos en que la profesión se ha venido a menos y el temor a hablar, incluso sottovoce, mantiene paralizado a muchos, tal vez temerosos de ser señalados como personas de criterio propio e incomodantes y de perder las pocas oportunidades de trabajo que puedan tener en el presente inmediato. No olvidemos que el régimen necesita de profesionales “Firmes y a discreción”, como una vez lo dijo Pedro león Zapata,ganándose una reprimenda del Difunto Eterno.
Por desgracia, esto de escribir acerca de la arquitectura y la ciudad nunca ha sido común en nuestro medio, ni siquiera en épocas donde la libertad y el desparpajo eran lo normal y no había que pagar ningún precio, ni siquiera imaginario, por hacerlo. Esta reiterada ausencia de abundante crítica, que sin duda hubiera ayudado a una mejor arquitectura y mejores ciudades, hace obligante mirar a las escuelas de arquitectura que deberían ser una cantera de críticos, preguntándose por qué no ocurre así.
Los estudiantes de arquitectura pasan por cinco niveles, a veces seis, de materias relacionadas con la historia y la reflexión crítica de la profesión y los mismos talleres de diseño son, necesariamente una oportunidad de ejercer el juicio crítico y analítico. Por supuesto, las materias de historia pueden enseñarse de manera que no desarrollan el espíritu crítico, pero es imposible hacerlo así en los talleres de diseño, entendiendo que todo proceso de diseño es un ejercicio permanente de critica –por parte del profesor- y de autocrítica por parte del estudiante pues es este ejercicio lo que eleva constantemente la calidad de las propuestas de diseño.
Aclaremos: en este contexto, la crítica del profesor de diseño no es el ejercicio de destrozar el trabajo de sus estudiantes con condenas tajantes. Se trata de analizar y destacar aquellas cosas que están bien o mal y aquellas que merecen o podrían ser mejoradas. Y este suele ser el espíritu que el profesor de diseño trata de imbuir a sus alumnos, considerando, con la humildad necesaria, que en diseño no hay verdades absolutas o incontestables y que el camino a un buen proyecto está empedrado de dudas.
Se espera que un arquitecto, a la salida de la universidad, se lleve consigo un estado de permanente inconformidad con su trabajo…y con el de los demás y es eso lo que puede empujarlo a escribir acerca de los problemas arquitectónicos y urbanísticos, hasta que se convierte en una práctica permanente y en una voz pública.
Por último, dedico estas línea a mis estudiantes que tanto me han ayudado a desarrollar mi propia autocritica y de los que espero que de entre ellos surjan algunos de los futuros críticos de la arquitectura y el urbanismo y deseándoles, además, que en un futuro no lejano, vivamos en un país donde el ejercicio de la crítica pueda hacerse sin someterse a riesgos insalvables. Lo peor que nos podría pasar es vivir en un país donde estemos sometidos al silencio, incluso si es autoimpuesto, cuando hay tanta urgencia por decir las cosas.

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