Ha sido muy difícil que el joven, el adulto y muchos cristianos de ayer y hoy entiendan, que en este mundo se libra una batalla cósmica. Que el peligro más grande que existe, es batalla entre el bien y el mal. Que quienes quedamos vivos solo tenemos dos opciones: salvación o perdición. Y esto depende a quien seguimos. Si rechazamos a Dios, nuestro derrotero será la perdición eterna. No existe posición imparcial. No han entendido, que el asunto no está en la forma como morimos. En un accidente. Por aborto, al nacer o negligencia médica. Por abandono callejero o desnutrición. Producto de una contingencia natural. En medio de una guerra entre países o pandillas. Por enfermedad, en manos del hampa o de viejo. Igual vamos a morir algún día en este miserable planeta de pecado.
El gravísimo problema es la condición como nos encontremos cuando nos sorprenda la muerte. Es decir, como estará nuestra relación con Cristo cuando nos toque morir. Cuales serán nuestros últimos pensamientos al afrontar el momento final. De ello, dependerá nuestra Salvación o nuestra perdición eterna. Estoy absolutamente convencido, que el ser humano, gracias a la avalancha espiritista venida de las mismas religiones cristianas. Ayudadas por el destape de los medios informativos, han logrado que se pierda el verdadero sentido de la muerte. Que se obvie, que no importa cómo se muera sino como se vive.
El amor por el que fallece y el mismo dolor, aparta la atención del significado que tiene la muerte para quienes quedamos vivos. Por ello, aparecen las especulaciones con relación a ella. Se instaura en el pensamiento de la gente un conjunto de conclusiones y conceptos que “llenan” las expectativas de los agobiados por el luto. Y tratan de sobrellevar la pérdida creyendo en tradiciones, en mentiras. Alimentando doctrinas que no tienen sustento Bíblico. Y son mentiras, por cuanto Dios no las avala en su palabra. No perciben, que detrás de todo esto, que pareciera normal, está el que trabaja para perdición.
Cada vez que la muerte nos lleva un ser amado, como AHORA, con nuestro hijo JORGE ENRIQUE, nos queda la duda hacia donde se fue. Si se portaba muy mal, queda la angustia de pensar que se lo llevó el Diablo al infierno. Si se portaba más o menos, creemos que se fue a un lugar llamado purgatorio y si era bueno, concluimos que Dios lo tiene en el cielo. Sí, es lo que hemos aprendido por generaciones. Pero creo, que en nada benefician la paz que busca un corazón abatido por el dolor. Creyendo esto, siempre habrá una incertidumbre que golpeará nuestra mente, por cuanto eso no es lo que Dios dice en su palabra.
Cuando Dios creó al hombre lo hizo del polvo de la tierra y alentó vida en él. Sopló vida y fue un alma viviente. No le dio un alma. Cuando el hombre creyente muere, vuelve al polvo y el aliento de vida vuelve a Dios, el cual se lo va a devolver en la resurrección de los justos cuando venga por segunda vez. Esa es la verdad. Pero la serpiente antigua, el gran dragón, que también se llama diablo y Satanás anda engañando a la humanidad haciéndole creer que una vez que muere la persona, en realidad no muere, por cuanto “el alma” va a algún lugar y eso no es así. Dios advirtió a la pareja edénica que el día que desobedecieran al Creador morirían y el Diablo les dijo “no moriréis” y eso es lo que está creyendo la humanidad. Que un alma queda viva y va a algún lugar. Lo cual es muy peligroso.
La verdad sencilla es que el muerto nada sabe. Baja al sepulcro. Su mente, su memoria y sus pensamientos perecen. Pero su relación con el Dios Todopoderoso queda registrada en los libros del cielo. De acuerdo a la vida que llevó y de los pensamientos de Salvación que tenía cuando muere, será resucitado para salvación o perdición eterna. Por ello, la necesidad que tenemos en vida, de llenar nuestros pensamientos con el Evangelio de Salvación que es en Cristo Jesús. Nuestro hijo, a pesar de los errores que cometió en vida, como cualquiera de nosotros, tenía los valores eternales en su corazón. Y confiamos, que sus últimos pensamientos, antes de morir, estuvieron en paralelo con nuestro Señor. Por eso, lo volveremos a ver en el día postrero, cuando venga nuestro Señor Jesús por segunda vez. !En eso creemos!
¡Nos encontraremos el martes que viene, con el permiso de Dios! “Porque el mismo Señor descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero” Dios.
Reflexión – ¿Para dónde van los que mueren?
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