Con este epígrafe se tituló un discurso que Vaclav Havel, primer presidente de la extinta Checoslovaquia luego de la caída del comunismo, dirigió a la comunidad cubana de Miami el 25 de septiembre de 2002.
En dicho discurso, mostrando la solidaridad de quien ha sufrido en carne propia las maldades del marxismo, Havel reflexiona sobre la corrupción del lenguaje como medio inhumano y salvaje de la dominación propia del comunismo. Dice: “Pienso que uno de los instrumentos más diabólicos del avasallamiento de los unos y del embelesamiento de los otros es el especial lenguaje comunista. Es un lenguaje lleno de señuelos, esquemas ideológicos, flores retóricas y estereotipos idiomáticos; un lenguaje capaz, por una parte, de maravillar enormemente a las personas que no hayan descubierto su falsedad o a las que no hayan tenido que vivir en ese mundo manipulado por ese lenguaje, y, al mismo tiempo, un lenguaje capaz de despertar en otras personas el miedo y el terror, obligándolas a disimular permanentemente”.
Desde la antigüedad clásica se ha advertido que la palabra pública es una forma especialísima de poder político. También que todo tirano emplea la mentira y la torcedura de la realidad para hacer prevalecer sus injusticias. El comunismo, tanto europeo como caribeño, es una prueba palpable de esa gran verdad. Las estructuras de mentira y de propaganda de los regímenes marxistas apuntan directamente a enajenar la consciencia de los ciudadanos que sufren los embates totalitarios. Y la revolución bolivariana no ha sido la excepción.
Su marxismo ha creado una simbología para sojuzgar a las personas y controlar la realidad con un lenguaje seudo-moralista y bolivariano. Los venezolanos hemos vivido catorce años a través de los cuales ha nacido, ha crecido y se ha consolidado un sistema de comunicaciones totalitarias que, como bien recuerda Havel, maravilla a multitudes con mentiras de fascinación y aterroriza a quienes quieren preservar incólumes sus consciencias. No otra cosa son el SIBCI, las misiones de talante educativo y los medios autocensurados.
En este sentido, la derrota del totalitarismo encabezado por Nicolás Maduro exige el rescate de la palabra pública, la dignificación del discurso de políticos y gobernantes. Es necesario que el leguaje sea purificado, es decir, que vuelva a denotar las cosas tal como son y que se aleje de artificios e irrealidades. Hay que llamar las cosas por su nombre: mentira a lo que es mentira, injusticia a lo que es injusticia y maldad a lo que es maldad. Y todo ello aunque el régimen se empeñe en tergiversar las cosas con propaganda o se nos tilde de radicales. Al respecto, es valiosísimo el consejo final de Havel a la comunidad cubana: “La experiencia de mi país es simple: cuando se ahonda la crisis interna del sistema totalitario hasta el punto en que es evidente para todos, y cuando un número cada vez mayor de personas logra emplear su propio lenguaje y rechazar el lenguaje charlatán y mentiroso del poder, la libertad se encuentra sorprendentemente cerca, incluso a corto alcance. De repente salta a la vista que el rey está desnudo”. Y eso es, precisamente, lo que ocurre en Venezuela: el régimen bolivariano, de naturaleza totalitaria, ahonda su crisis interna y ante todos se hace evidente su maldad intrínseca. Nicolás, Diosdado y los cubanos castro-comunistas están desnudos y la libertad se encuentra sorprendentemente cerca…
El Rey está desnudo
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