La ciudad como tema – El cáncer y la ciudad

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Los ecologistas más radicales suelen afirmar que las ciudades son el cáncer de la buena madre tierra y señalan varios puntos en común: son de crecimiento incontrolable, suelen expandirse a partir de un simple campamento-comparable a una primera célula maligna- y, desarrollando vías y caminos-el equivalente a un sistema vascular- se extienden afectando todo el espacio en su entorno: flora, fauna, agua, suelos agrícolas, etc., que ya no volverán a ser como antes si no ocurre una radical intervención quirúrgica, algo que ha sucedido muy pocas veces en la historia. Pero la recuperación masiva de los suelos ahora urbanizados –y dañados- está en la agenda del futuro: empezará a ocurrir cuando la población detenga su crecimiento y luego comience a reducirse, liberando espacios hoy ocupados. Esto será, espero, la cura del cáncer urbanístico.
Las ciudades además de ser consideradas un cáncer por sí mismas, ellas también provocan muchas enfermedades, incluyendo el cáncer. Aire y aguas contaminadas con cualquier combinación y concentración de agentes químicos, físicos y biológicos mantienen a la población expuesta a muchos daños que eventualmente les llevará la muerte. Y aquí es donde deberían intervenir las autoridades a todos los niveles, para bajar la insalubridad de la ciudad, pero hacen poco, tarde y mal. Ellas pueden mejorar los ambientes urbanos aplicando leyes, estimulando el sano comportamiento del público, castigando lo que debe castigarse, y, por supuesto, recurriendo a las herramientas técnicas y políticas del planeamiento urbano.Para nuestras autoridades la tarea es simplemente abrumadora y carecen de los recursos técnicos, financieros y sobre todo intelectuales para hacerlo, peroprobablemente ni saben que es una de sus tareas más importantes.
Afortunadamente, si las ciudades enferman, también es cierto que tienen –o deberían tener- recursos para sanar. En ellas se concentran conocimientos, experticias e instalaciones de distintas especialidades de las que se espera ayuden a curar o mitigar las enfermedades, entre ellas el cáncer, cuyas medicaciones y procedimientos médicos son sumamente costosos para ser cubiertos sin ayuda por la población de bajos recursos. Y es aquí donde intervienen los hospitales y centros oncológicos públicos.
Por desgracia hay problemas y limitaciones muy graves y uno de los más terribles es el de la destrucción, por incuria, incompetencia o simples negociados, de los sistemas de radioterapia públicos. Al parecer en el país quedan pocos hospitales con servicios de  radioterapia que estén funcionando a plenitud. Hace más de un año el Ministerio de Salud compró muchos equipos costosísimos pero algunos se dañaron en sus embalajes esperando por espacios para instalarlos, otros fueron instalados pero nunca arrancaron y unos másfuncionaron pero al poco tiempo se dañaron y están esperandoreparaciones y repuestos, entrampados en una mafia burocrática que todo lo retarda.
Así, los servicios se fueron cerrando uno tras otro y los que pueden acuden a las clínicas privadas, siempre a un costo muy alto, pero que, precisamente porque cobran pueden mantenersefuncionando. En su odio hacia todo lo que funciona bien en el sector privado, las autoridades nacionalescada tanto amenazan con nacionalizar las clínicas privadas sin reconocer que con eso los servicios privados correrán la misma suerte de los servicios públicos, salvándose, tal vez, aquellos centros hospitalarios cuyo acceso está reservadoexclusivamente al alto gobierno.
Lo que ha ocurrido con los servicios de radioterapia de los hospitales públicos  es más que simple corrupción, ineficiencia o irresponsabilidad: es un genocidio que clama al cielo. En el país hay miles de enfermos sufriendo y muriendo y que podrían haber tenido otra suerte. Sus actas de defunción solo dirán que murieron de cáncer sin añadir que murieron por vivir en ciudades insalubres en las que las autoridades no hacen mayor cosa para que no sigan haciendo daño ni dirán que murieron por falta de radioterapia y de drogas especiales.
Proclaman querer salvar al mundo y no pueden salvar siquiera a sus propios ciudadanos enfermos.

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