Guten Tag, Herr Bolívar! (I)

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En la página 7 del tomo III de la New American Cyclopaedia (Nueva York, 1858) reposa un texto bastante curioso, especie de epopeya infernal donde se relata la historia de un líder enano, mediocre y aborrecible, ícono de un napoleonismo mal habido y retrato infame de un sátrapa antillano. En él se habla de un hombrecillo maldito, fracasado e impotente, residente en un estrato de miseria y condenado a la periferia de los hombres. El texto se titula «Bolivar y Ponte» y su autor es Carlos Marx.
Año 1858. Marx vive en Londres. Pobreza, hambre, masa gris incomestible. El editor norteamericano Charles Dana lo invita a colaborar con el «diccionario popular de conocimiento general» que viene editando junto con George Ripley en la cuna del imperio futuro. Casualidad alfabética: le corresponde la B. Un tal «Bolívar», extinto líder suramericano. Investigación. Unas pocas monedas, un artículo. Marx envía las primeras pruebas. Son rechazadas por su bajo espíritu enciclopédico. Cartas, escozores y arreglos: el texto se publica pero la enciclopedia fracasa. Olvido. 1935, fin del manjar de las polillas: un comunista argentino descubre el escrito en unos archivos de Moscú. Venezuela, siglo XXI: Marx y Bolívar en el horizonte. Ignorancia.
Superando las exégesis que de uno y otro lado se han hecho y que aún persisten, habría que preguntarse inevitablemente por qué brota tan genuino aborrecimiento de un simple encargo de tomo enciclopédico. Si Bolívar encarnaba, de un modo u otro, la liberación de los oprimidos, de los proletarios coloniales aplastados por la maquinaria imperialista del momento, azotados por corsarios y espoliados por las potencias despiadadas, ¿por qué la negación tan encendida? Algunos estudiosos acuñan a Marx un amor desmedido por la burguesía (él mismo nació de ella) a la vez que cierta reserva por la libertad, a la cual, según su método, podría llegarse solo superando un doloroso proceso histórico y social. Pero, ¿esto justifica su odio cerval hacia el Libertador?
Sumamente débiles son los argumentos de los que se ha valido el comunismo tropical para justificar las prejuiciadas opiniones del padre del materialismo histórico contra Bolívar. Descuido. Desconocimiento. Inocencia. (Quede claro que no debe criticarse el derecho prusiano que tiene el escritor de disentir de una figura que le es territorialmente ajena y probablemente abyecta por el esencial complejo de etnocentrismo norhemisférico). Lo cierto es que a un hombre de la envergadura intelectual de Marx jamás podrá tildársele de inocente ni mucho menos distraído. Alguien que concibió con tanto rigor y seriedad una visión de la realidad humana no puede gozar de la impunidad del ignorante. La bestia gruñe en el silencio. El genio ataca en la macabra tienta del escándalo.

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