Juan Pablo II en su discurso sobre la ética de la manipulación genética expresó: «Cambiar la identidad genética de un hombre como persona con la producción de un ser infrahumano es radicalmente inmoral».
Es de alta prioridad ética tener presente que la creación de interespecies mediante la manipulación del genoma humano es un álgido problema moral en el que está preocupado el cristiano y en cuyas consecuencias y ramificaciones se pone en juego la dignidad del hombre, mientras se trastoca la esencia divina, toda vez que la persona humana ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, y en ello van implícitas la inteligencia y el libre albedrío. Y he aquí la brecha científica en contraposición a la brecha cultural y sociopolítica.
Si bien es moralmente censurable alterar de manera científica y técnica la genética humana, para hacer de los niños, individuos de mercado, en el entendido de diseñar criaturas humanas según las apetencias del consumidor, entonces ¿que tan ético es manipular de igual modo el pensamiento de los niños para lograr de ellos seres políticamente convenientes?
La censura deontológica es válida en ambas direcciones, en tanto producto de una intervención científica capaz de alterar radicalmente la esencia humana y divina del hombre, o cuando producto de un condicionamiento operante, el niño sea diseñado para tales o cuales propósitos políticos, de tal suerte que mediante gríngolas cuales equinos, no puedan observar todo el panorama del abanico de posibilidades que envuelve la inteligencia y el libre albedrío donados por el Creador del Universo.
Y es que resulta éticamente prohibitivo para el hombre osar manipular a sus congéneres para lograr de ellos la satisfacción de los caprichos particulares, sobre todo si estos, por efecto de las técnicas y argucias utilizadas tienden a desdibujar su esencia, su naturaleza, aquello que le es consustancial, colocando al hombre al servicio del propio hombre de manera forzada para satisfacer sus intereses creados y éste «el ser manipulado» se conduce al antojo de otros convencido que lo hace por convicción propia o porque así es su naturaleza real, inadvirtiendo la manipulación de que ha sido objeto.
Si, en efecto, ante el nefasto momento cuando el hombre no sea contenido por las barreras éticas y morales que medio lo mantienen dentro del respeto de la dignidad humana en provecho incluso de su propio ser, entonces cuando esto ocurra, los seres creados mediante la manipulación genética a través del manoseo del genoma humano podrían crear interespecies según los vaivenes de los pareceres del consumidor y cada cual compraría un niño con tales o cuales características y desde todo punto de vista , esos «nuevos seres» o interespecies actuarán conforme a su naturaleza , pero no conforme a la naturaleza primigenia divina. Y será conforme a esa «naturaleza» alterada, su visión del mundo y de la vida. Lo bueno que de estos seres se obtenga, será una lotería, algo que depende de la franja genética cuyo comportamiento aún no logran los científicos controlar efectivamente, gracias a Dios.
La gran interrogante radica entonces en ¿tiene el hombre autoridad para manipular genética o psicológicamente al hombre a fin de que el resto de la especie o todos los cerebros se amolden a sus pretensiones circunstanciales? ¿O, por el contrario, debemos ser más humildes y sensatos, para que en armonía con el universo, el libre albedrío y la inteligencia sigan cuestionando las incursiones del hombre en su afán de dominio?
Niños diseñados
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