Las sociedades siempre andan en movimiento. Son inmensos seres vivos. Van desarrollándose, multiplicándose, adquiriendo hábitos, conductas, sufren enfermedades y convulsiones, tienen procesos de recuperación, fracturas, en fin.
Las sociedades también pueden morir para dar lugar a otro tipo de cultura, a veces más avanzada, mejor que la anterior, tal como la Alemania actual versus la que idolatraba a Hitler. El Imperio astro-húngaro se desintegró dando origen a nuevos Estados, pero como imperio falleció. El impero otomano también se convirtió en un difunto histórico. En un cadáver. Murió a principios del Siglo XX.
Las sociedades igualmente sufren procesos civilizatorios y progresistas, pero lamentablemente también atraviesan crisis severas de retroceso en su desarrollo social y económico. Es una lucha permanente en el seno de cada nación y en todos se dan estos fenómenos de avance y retroceso. Los líderes pueden llevar a un país a estados superiores de desarrollo convirtiéndose, ellos mismos, en imagen y guía positiva de sus nacionales o llevarlos a la perversión, al crimen, a la locura o a la estupidez.
Hitler condujo a Alemania a situaciones que hoy llenan de vergüenza a los teutones. La convirtió en un cementerio de fábricas y edificios y a su población en un ejército de hambrientos. Hay momentos en la historia que reclaman la existencia de un guía sabio. Sereno. Lleno de paz y de amor. Sí, de amor a su gente. A la vida. A la igualdad. Al respeto. A la unidad. Tanto Gandhi como Mandela son hombres que para la historia se convirtieron en gigantes eternos. Ejemplos perpetuos e infinitos. Pozos de sabiduría. Sus respectivos pueblos se llenaron de su palabra y de su acción para dar inmensos saltos al futuro. Allí van la India y Suráfrica en el camino del desarrollo. Sus cifras de PIB. El control de la inflación. La igualdad entre su gente. El trato no discriminatorio. El amor al trabajo. La independencia de los poderes públicos. La confianza en las instituciones. El celoso respeto a la prensa y a la libertad de opinión. La sana competencia industrial, comercial y de servicios. La lucha contra la pobreza. Todos los indicadores económicos y sociales de la India y Suráfrica le sonríen al futuro y llenan de confianza a sus naturales.
Ay Dios, pero nuestra Patria, la herencia de Bolívar, parece no lucir. Estamos verdaderamente en decadencia. Somos testigos del hundimiento lento pero permanente de nuestro futuro de grandeza. Por donde vemos. Hacia donde miramos el paisaje es desolador. Dicen los “sabios del lugar común” que un país se conoce por el trato a sus presos y el comportamiento de sus gentes en los mercados. Las matanzas en los recintos carcelarios no pueden ser más horrendas y espeluznantes. El juego de fútbol con cabezas humanas ya dejó de ser una rareza para convertirse en algo habitual. Los asesinatos masivos, casi genocidios, se dan con regularidad. Ninguna, ninguna cárcel en el mundo, ni en África ni en Asia mucho menos en Europa, presenta un signo de podredumbre y vicios como las venezolanas.
La pobre y triste misión del gobierno consiste en vaciar una cárcel para luego arquearla en búsqueda de armamento que siempre resulta en un inventario atroz de fusiles, pistolas, revólveres, granadas, escopetas, puñales, ametralladoras. Un registro perverso. Vergonzoso. Cómplice. Si volteamos la mirada hacia los indicadores de la salud económica vemos que la tensión, los triglicéridos, el colesterol, el ritmo cardíaco y la temperatura se salen lo normal. Anuncian graves quebrantos de salud.
La inflación, como la tensión, sube y sube. Ya andamos, sólo desde enero de 2013 hasta septiembre, en casi 50%. Una aberración. La tasa de cambio, como los triglicéridos y el colesterol, están en niveles insoportables. Andan pronostican un infarto. No si se letal, pero infarto es infarto. No se puede jugar con ello. La última devaluación del SICAD, un disfraz estúpido que pretende tapar el sol con un dedo, de 6.30 Bs a 11.50 Bs cada dólar se traduce en un 82%. Una verdadera maxidevaluación que habla de una temperatura demasiado elevada, reflejo de una infección venérea trasmitida por cubanos. Los médicos de turno, Merentes y Giordani, que por cierto no coinciden en sus diagnósticos menos en sus pronósticos o tratamientos, no atinan con el remedio, con la cura. No tienen ni idea si hace falta una cirugía que extirpe el tumor de un centralismo infeccioso o una rehabilitación del sector privado. Mucho menos saben si deben administrar gigantes porciones de confianza sobre la institucionalidad y el respeto a la propiedad o de lo que se trata es de una terapia de shock, una especie de descarga eléctrica al sistema nervioso, especialmente al cerebro, que se traduce en mayor persecución al sector privado, expropiaciones, confiscaciones, multas, cierres temporales y definitivos. La penicilina de la razón brilla por su ausencia. Entonces amigos todos, frente a la disyuntiva o somos hijos del Imperio Otomano que se volvió nada o somos hermanos del BRICS (Brasil. Rusia, India, China y Suráfrica) que se renueva y renace cada día. No lo digas hoy. Contéstale al futuro y a tu país, tu familia y a ti mismo este 8 de diciembre.
@ssemtei