Hace 46 años que llegué a París, un 10 de octubre. Era el otoño. Los árboles comenzaban a cambiar el color verde de sus hojas por: amarillos, ocres, rojos, marrones, algunos, casi violetas; eran como si fuese un cuadro impresionista del pintor Claude Monet, o una fisicromía del maestro Carlos Cruz Diez.
Actualmente estoy en París. Este París, que amo, me esperaba. El París amado por muchas personas, ésta ciudad, que produce el “Síndrome de París”, en algunos turistas japoneses. Ya he compartido momentos muy bellos con mis hijas y mis dos nietos.
A veces, miramos a París de una manera general y no entramos a ver los detalles. Esta ciudad tiene una magia especial. Hay que observarla en los detalles. Pero regresemos al “Viejo Paris”, de hace unos dos siglos. Calles angostas plenas de artesanos del cuero, telares, como tambien, apartamentos lúgubres, sucios y oscuros, donde las ratas y pulgas vivían a sus anchas, sin agua, no se había inventado la electricidad, y, sobre todo, un olor fuerte y pestilente.
Pero desde 1852 a 1870, en solo 18 años va hacerse esa gran transformación. El Barón Haussmann, Prefecto de París, al servicio de Napoleón III, va a transformar la ciudad trabajando con un gran equipo de especialistas; destruye viejos edificios y hace nuevas fachadas y nuevas construcciones, construye las cloacas y saca a las afueras las industrias y artesanos. Siembra muchos árboles, hace plazas, jardines, bosques y fuentes; lugares para el esparcimiento de los ciudadanos. Grandes avenidas, modernos bulevares, París entra en la modernidad. Las calles se alumbran con faroles a gas. Es la Ciudad luz.
Algunos critican que Haussmann destruyó el París medieval; otros, que lo modernizó, limpios los ríos Sena y el Biovré, este río ahora no se ve ya que está embaulado, ríos que transportaban malos olores producto del trabajo del cuero que se curtía con orines humano y excrementos de perros.
A mediados del siglo 19, los ingenieros van a trabajar en construcciones con hierro, grandes palacios, estaciones de trenes, y las galerías para los comerciantes y artesanos. Esculturas en los jardines, plazas y calles. Es la “Belle Época” cantos y bailes animan a la ciudad.
Llega el siglo 20, la “Generación Perdida,” escritores, pintores, poetas y filósofos llenan los cafés, son lugares de reunión para hablar de arte, filosofía y amor. Paris es un gran centro cultural. ¡París se ha transformado!
La ciudad es un museo y cuando miramos los detalles de muchos edificios vamos a encontrar esculturas, columnas al estilo griego, atlantes, cariátides, sobre todo, a finales del siglo 19 y comienzos del siglo 20. En muchos bulevares y avenidas, los árboles forman un decorado maravilloso, por ordenanza municipal los edificios tienen alrededor de 60 metros de altura, las buhardillas fue una manera de ganar espacio; las conocidas como “mansardes”, por el nombre de su inventor.
París es bello en su superficie, y hay otro París, es el París subterráneo; metro, cloacas y catacumbas son lugares a visitar. Ciudad de leyendas, historias, de encuentros amorosos, de revoluciones; de barricadas, de comidas, quesos y vinos, de bellas canciones.
Hace frío para ser otoño y pronostican un invierno con temperaturas bajas, hace 100 años hizo mucho frío, no sé cual fueron sus causas… actualmente los científicos han explicado las causas; que es por el de derretimiento de los glaciares, que hace que la corriente de The Gulf Stream cambie que las aguas lleguen más frías a Europa. Hará frío, los árboles con sus hojas verdes, esperan el momento propicio para transformarse en variados colores; sé que muy pronto voy a pisar ese gran tapiz de hojas secas y el sonido que se producirá a caminar sobre ellas, será una sinfonía de un canto al otoño parisino… mientras en las aceras; algunos sin refugio viven en las calles, y, eso es también, París.
París bello, burgués, revolucionario; urbe ecléctica, ciudad del amor, de la soledad, el Paris de muchas nacionalidades y pueblos, la ciudad cautiva, hace mucho tiempo vine por un año y me quedé 17; mientras un rayo de sol entra por la ventana, me preparo a salir a ir a ver mi familia y descubrir algún secreto escondido en cualquier rincón y, seguro, que encontraré hojas marrones anunciando que el otoño está llegando.
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Otoño parisino
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