Añoranzas de una lisandrista

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Suelo contarle a mi nieto Robert de 15 años, que allá por los años ’60 cuando estudiaba bachillerato en mi muy querido liceo Lisandro Alvarado, así se llamaba en esos momentos, mi bella Barquisimeto amanecía cubierta de neblina.
Muy temprano salía de mi casa con mi falda roja, camisa blanca y un sweter. Nuestra familia vivía justo detrás de la Catedral, construcción de la cual fuimos testigos, esperaba el autobús azul con amarillo que venía de Bararida, estos eran tan largos que aplaudíamos para avisar al conductor que habíamos llegado a nuestro destino, en mi caso era la carrera 16 con calle 32.
En dichos buses, todas las damas íbamos sentadas aún las más jóvenes. Los caballeros nos cedían el puesto muy amablemente. Si eran estudiantes, les llevábamos los cuadernos y libros (no se usaban morrales) ¡No como ahora! Que somos las mujeres quienes tenemos que levantarnos para que se siente una señora con un niño en brazos, una abuelita o una embarazada.
Diariamente mis padres me daban 1 bolívar, en cada pasaje gastaba un medio (0,25), el otro real (0,50) lo usaba para desayunar, un cafecito y una empanada.
Viene a mi memoria la sana rivalidad entre lisandristas y los alumnos del Mario Briceño Iragorri, tanto en fútbol como en voleibol y baloncesto.
En una oportunidad, un grupo de alumnos de nuestra institución fuimos seleccionados para asistir a un programa de concurso de una televisora nacional llamado “Si resbala pierde”, conducido por Richard Herd .¡Como disfrutamos en ese viaje!
Si teníamos clase en la tarde y salíamos a las 4:00 p.m. acostumbrábamos ir a la lunchería de Beco, ubicada en la calle 28 entre 19 y 20. Allí degustábamos de una rica torta y un refresco o un delicioso helado. Por supuesto eso implicaba regresar a pie a nuestros hogares. Para ese entonces mis padres habían adquirido una casa en la Urbanización El Obelisco.
Añoro la seguridad que existía en nuestra ciudad. Era muy común ver a los jóvenes estudiando en la noche bajo la luz de un poste o en una plaza, con su silla de extensión y su termito de café sin correr ningún peligro. Para esa época existía un alto rendimiento estudiantil!
¡Qué tiempos aquellos!

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