Reflexión – Dios y el estrés

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A Luis Roberto Suarez y José Guerrero. El Altísimo está al frente de su causa

Hace unos cuantos años, cuando tímidamente se hablaba del estrés, recuerdo la “salida” de mi hermano Edner, a quien cariñosamente llamamos el filósofo de la familia, dijo: “…chico, el estrés es falta de plata”. Su definición nos causó mucha risa, pero nos puso a pensar. Evidentemente el tiempo ha demostrado que a veces los que más tienen, mas estrés acumulan. Y esto no se debe tanto a la tenencia de dinero, sino al mal uso que le dan y a un mundo asaltado por la injusticia. Por la descomposición social, moral y espiritual que se generalizó.
Con el respeto que se merecen los filósofos, que se empeñan en apartar a Dios del asunto y concluyen que los adelantos científicos, la tecnología y los avances en el desarrollo del pensamiento van a lograr resolver los distintos problemas del hombre. Déjenme decirles que se equivocan. El origen de todas las calamidades y la plaga del estrés, que carcome la paz y la tranquilidad de éste, tiene un nombre: Pecado. Y como recibe este nombre, muchos profesionales, intelectuales, filósofos y analfabetas también, no quieren reconocerlo, por cuanto desnuda sus inclinaciones personales y la única solución se llama Dios.
El estrés nace en el mismo Edén. Allí se produce el primer momento estresante del hombre. Y saberlo nos alivia, por cuanto se hace fácil la consecución de la medicina que lo cura. Ya quisieran los darwinianos determinar el primer momento estresante del mono que “evolucionó” a hombre. ¡Nunca lo sabrán! Por cuanto éste es hechura de Dios. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer los creó” Gen.1:27
Cundo Adán y Eva comen de la fruta prohibida, el problema no estuvo en la fruta. El problema real fue la desobediencia. A ellos se le dio la facultad de obedecer o no la norma de conducta, por cuanto allí estaba la perfección de la creación. Y violaron la norma. Dios no podía crear al hombre como un robot, tenía que darle la capacidad de decidir entre lo recto y lo incorrecto.
Cuando se transgrede la norma, viene el estrés. “Entonces se abrieron sus ojos, y al darse cuenta que estaban desnudos, cosieron hojas de higuera y se las ciñeron. Entonces oyeron el andar de Dios el Eterno, que se paseaba por el huerto a la brisa del atardecer. Y el hombre y su esposa se escondieron de su presencia entre los árboles del huerto.” Gen.3:7,8. Pecaron y comprendieron el tremendo error que habían cometido. Y aunque Dios les perdonó, no los pudo librar de las consecuencias de su mala elección.
Si los especialistas y terapistas que trabajan los problemas de estrés pudieran comprender, que este nace concretamente en las relaciones interpersonales, tendrían en sus manos mayores probabilidades de ayudar. Es en nuestro trato con los demás donde se origina el estrés. La relación cónyuge-cónyuge. Padres a hijos. Jefes y empleados, etc.
Es por ello que la solución definitiva la tiene Dios. Estableció la Regla de Oro. «Así, todo lo que queráis que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros por ellos. Esta es la Ley y los Profetas” Mat.7:12. Cristo vino a enseñarnos no solamente lo que debemos saber y creer, sino también lo que debemos hacer al relacionarnos con Dios y nuestro prójimo. Allí está la esencia de la felicidad. La regla de oro de la justicia requiere que hagamos con los demás lo que quisiéramos que hicieran con nosotros. !Listo!
John D. Rockefeller (1839-1937) proveyó un ejemplo de cómo sobrevivir al estrés al cambiar el foco de si mismo hacia otros. Por 1879, su compañía, la petrolera Standard Oil, manejaba casi el 90% del petróleo refinado en los Estados Unidos. A los 50 años de edad, era el hombre más rico del mundo. Pero en 1891 enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. Sin embargo, se recuperó de su enfermedad en unos pocos meses. ¿Cómo?
A parte de una alimentación sencilla, descanso y ejercicio, decidió compartir su riqueza y pasó los siguientes 40 años como un filántropo. A comienzos del siglo XX, su fortuna personal llegaba casi a 900 millones de dólares. Al tiempo de su muerte, era de unos 26 millones. Sus donaciones hicieron mucho bien en el mundo. Dios le prolongó la vida y vivió satisfecho  hasta los 97 años. ¿Qué les parece? “La lectura de la Biblia echó los cimientos de la educación popular que ha cambiado la faz de las naciones que la poseen”. Domingo Faustino Sarmiento. Político, escritor, docente, periodista y militar argentino.(1811-1888)

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