Hay personas que sienten pasión y un gran amor por algo, por una ciudad, por ejemplo: París. Hay muchas que sueñan con conocer a la Ciudad Luz, y, otros, que han vivido en esta bella metrópoli y viven pensando en ella. Pertenezco a lo que vivimos con esta imagen.
Pero ustedes se preguntarán cómo una persona llega amar a una ciudad. Amé París desde niño, y soñé conocerla. Y, un día( 1967) me dijo el pintor Manuel Quintana Castillo: Hemos pensado que tienes que irte. Y me preguntó: ¿Para dónde te quieres ir?- yo le contesté: París. Conocía la ciudad, sus barrios y Le BateauLavoir, mísero edificio donde habían vivido muchos artistas, entre ellos Picasso, me eran familiar. Era a comienzo del siglo XX, conocía de sus búsquedas, de sus miserias y yo quería tener esas vivencias. Sabía que habían pasado hambre, frío y muchas penurias. Quería vivir en buhardillas, conocer a otros artistas, estar en Montmartre y pasearme por Montparnasse, sentir la generación de los años ’20, eso formaba parte de mis ilusiones.
Quería pintar, sentir los olores de los colores, inventar formas y, poco a poco, fui entrando en ese mundo como en las imágenes de los libros. Llegué a sentir frío, pero me reconfortaba con mis creaciones. El vino y el café eran mis líquidos preferidos. Vivía como si estuviera formando parte de esas historias, que narraban los libros de arte. Los cafés eran mi casa.
Ya sin beca, decido irme a Londres, sin conocer nada de esa ciudad, me enfrenté a ella. Me comentaban que uno podía vivir lavando plato, y así fue, y con el dinero que ganaba me permitía vivir y comprar mis materiales. Tres años en Londres, y decido regresarme a París. Qué difícil esos tiempos. Mi cuarto, una antigua caballeriza, y, en ese momento, la vida para mí es muy dura. Tenía que buscar trabajo, de vez en cuando, cuidaba niños o le lavaba los platos y ollas de toda la semana a un matrimonio, a cambio de una buena comida, quesos y vino. Era difícil, pedía en la calle para comer, caminaba varios kilómetros por un plato de comida. Sigo en la lucha de la supervivencia, hasta llegar un momento, de no aguantar. Conozco a Elisabeth, y comienzo una nueva vida. Trabajo, comienzo a vender mis obras, me invitan a muchas exposiciones. Participo en los más importantes salones parisinos. Ahora, cuido a mis hijas Bárbara y Clara.
Todo fue cambiando, mis amigos me invitan a comer a restaurantes caros y famosos por sus historias, voy a comer al Maxim´s. Viví penurias, fríos y una vida con dificultades; ahora, es otro escenario. Ya charrasqueo el cuatro por placer, no es como esos momentos que cantaba y tocaba en los restaurantes, o frente a un café para pagar mi cachucha y recibir algunos francos.
Así me fui enamorando de esa bella ciudad. Su arte, sus museos, sus jardines, sus bosques eran mis referencias. Ahora, me sentaba en los cafés para oír a los músicos callejeros, ver pasar las personas, quería verme y que me vieran, todo había cambiado y de repente… y pienso en Venezuela y me regreso, mi nostalgia por mi país era muy fuerte. Ahora, vería a mis hijas cada vacación y así pasaron 23 años.
Hace tres años, en el 2010, con mucho temor quería volver a caminar por esas callejuelas, ver a mis hijas, abrazar a mi nieta. Revivir, todos esos recuerdos, estar en mi café preferido La palette, sitio que funciona desde 1905, lugar de citas de artistas como Paul Cezanne, Picasso, Braque y otros, y en los últimos años por Julia Roberts. Lugar de sueños. Quería comer en La Coupola, estar en Les DeuxMagots, era como releer un libro con imágenes conocidas. Cafés, como muchos otros, que patrocinaban concursos de literatura y pintura. Quería contarles historias a mis hijas, que vieran a París con otros ojos.
Todo me era familiar, el rio Sena, Notre Dame, el Barrio Latino, Le Marais, las calles, los croisantes, el vino, la baguette, los quesos, las comidas, los museos, quería comer de todo, quería ver todas las obras de arte. Ansiaba ver a todos mis amigos. Estar sentado en un café, en mi soliloquio cotidiano, cuando saboreaba una taza de chocolate me decía: El próximo viaje lo haré con Libia, pero no era así; hoy, ando solo, la vida juega otra carta. En este momento, cuando ustedes leen éste texto, ando por París, mirando todo, disfrutando lo que he vivido por años. Es por eso que soy un enamorado de París, ya que lo he vivido, quiero descubrir, cada vez más ésta ciudad, que en cada pequeño rincón hay una historia. Conozco París, pero tendré que seguir viniendo para descubrir y descifrar tantos detalles…iré a La Palette a comer, mientras, ustedes en éste momento leen mis vivencias parisinas… y, camino tratando de reencontrar mis huellas dejadas hace años.
Mi amor por París
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