El asfalto desapareció en Lomas de Tabure

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Grandes y profundas zanjas, resquebrajamiento de la carpeta asfáltica, fallas de bordes, huecos por doquier, es el panorama que exhiben las principales arterias viales de Lomas de Tabure, una populosa comunidad de la parroquia Cabudare, asentada en las faldas del cerro Terepaima.

Gladys Barón, residente del lugar comentó que esa comunidad fue consolidada -o por lo menos las calles- en la administración de Diego Antonio Rivero, hace unos 10 años.

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Dijo con ironía, que desde que se estableció en la zona, las calles muestran severo deterioro.

Las dimensiones de los cráteres son de calibre lunar, refirió riéndose al tiempo que agregó que los subsiguientes Gobiernos no se interesaron en hacerle mantenimiento.

Un drama al llover

Cuando llueve las calles son intransitables, señaló Barón, sólo pueden ser recorridas por vehículos altos debido a la cantidad de piedras que arrastra la crecida del agua.

Las unidades de transporte público, en este caso la Ruta 20, evitan en lo posible circular por el lugar por temor a registrar daños.

Comentó que el consejo comunal del sector ha enviado cualquier cantidad de solicitudes a la Alcaldía de Palavecino, para que incluya al referido sector en la Feria del Asfalto, pero aún no ha sido beneficiada.

Describió que las calles más deterioradas son Araguaney, Apamate y Chaguaramos, sin mencionar que en la principal desapareció el asfalto hace años, y ha sido la misma comunidad que con sobrantes de asfalto, ripio y otros materiales, han realizado operativos de bacheo para poder transitar.

Además de la falta de mantenimiento, el deterioro vial se ha acentuado por las correntías de aguas naturales sin canalizar en la parte alta de Lomas de Tabure, que se escurren por las calles de tierra, socavado el pavimento y originado fracturas.

El agua es otro pesar

Desde que Francisco Colmenárez llegó a Lomas de Tabure, hace más de 15 años, comenta que por las tuberías de aguas blancas sólo sale aire.

Al ser consultado el por qué de esta situación, agrega con simpatía que la excusa de Hidrolara ha sido que el acueducto está partido en muchas secciones, lo cual amerita una gran inversión que sobrepasa el presupuesto de la hidrológica.

Los vecinos, dice, nos hemos condicionado a este escenario, y cada quien con esfuerzo ha adquirido su tanque.

Añade que ni la Alcaldía, ni mucho menos la hidrológica, han asumido el compromiso de enviar un camión cisterna, por lo menos una vez a la semana al sector.

“Cada familia debe cancelar 400 bolívares para llenar un tanque de 2000 litros, que puede durar, administrándolo con austeridad, dos semanas”, explica.

Las familias más numerosas tienen hasta tres tanques, pero igualmente pagan más por su llenado.

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