Solía decir el reconocido economista John Maynard Keynes que “algunos son esclavos de las ideas expresadas por economistas fallecidos” con ello quería indicar que la realidad presente siempre tiene aristas y características no previstas por ningún sabio de tiempos pasados por más brillante que pudiera haber sido. Todos tenemos la obligación de enfrentar los retos de nuestro presente con pragmatismo, es decir, con énfasis en los resultados de nuestras decisiones y prescindiendo de los pareceres de nuestros predecesores. La reflexión anterior viene de la mano con la desafortunada noticia relativa a la salida de Venezuela del Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos (SIDH) previsto en el Pacto de San José.
El SIDH permitía a cualquier ciudadano venezolano recurrir a la justicia internacional en casos de violación de Derechos Humanos. Ahora, gracias a la decisión de Nicolás Maduro de salir del SIDH, solo por su esclavitud manifiesta a la ideas de un notable político fallecido (Hugo Chávez), los venezolanos debemos atenernos a la “celeridad, eficiencia e independencia” de nuestros tribunales nacionales. Esos mismos tribunales con buena parte de sus jueces en situación provisoria y cuyos fallos han permitido el presidio y persecución por motivos políticos, la proliferación de pranes en nuestro sistema penitenciario, la golpizas y torturas a estudiantes que ejercen su legítimo derecho a la protesta de mano de los cuerpos de seguridad del Estado y el Aparteih laboral que tiene como triste referencia a la “Lista Tascón” y sus víctimas.
El sacrosanto culto a las ideas de Hugo Chávez, por parte de Nicolás Maduro, no pueden importar más que el derecho al acceso a la justicia que el SIDH le permitía a los venezolanos que, dicho sea de paso, tiene fundamento constitucional ya que nuestra carta magna en su artículo 2 reza: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.”
Los gobiernos que alguna vez o nunca admitieron la jurisdicción internacional en el ámbito de los derechos humanos son: Pinochet (Chile), Fidel Castro (Cuba), Videla (Argentina) y Stroessner (Paraguay); todos gobiernos militares de facto, es decir, ¿ahora formamos parte de ese horrendo club de amigos?
