Entre Cardones y Flores

EL COPP: DE LA IMPROVISACIÓN AL FRACASO
A la Dra. Eglis Campos de González, ilustre jurista y excelsa defensora de los derechos humanos, quien desde mucho antes de la vigencia de la actual Ley Adjetiva Penal, se percató de los intríngulis  y obstáculos que acarrearía su práctica en Venezuela. Al Dr.JorgeL.Rosell Senhenn, gran Maestro de las Ciencias Penales y Criminológicas, Padre del Derecho Alternativo en Venezuela, dedico
De introito debo confesar el abatimiento que siento en escribir esta volandera crónica. Nunca pensé ni imaginé siquiera que daría la razón a aquellos abogados que en l998, expusieron que la recepción del Código Orgánico Procesal Penal causaría al país, más problemas, dificultades, inconvenientes, complicaciones, que soluciones en los medios judiciales. ¡Cómo me duele, darle hoy en día la razón! Actualmente con el COPP, ley procesal de corte principista y garantista, hay mucho más abusos y atropellos, injusticias y arbitrariedades, infracciones e ilegalidades, iniquidades y atentados,  a los derechos humanos, y, consecuencialmente al debido proceso –constitucional y penal–  que con el otrora Código de Enjuiciamiento Criminal. Con el CEC –Sistema Inquisitivo–  el proceso penal culminaba en una sentencia –ora absolutoria; ora condenatoria; ora de sobreseimiento–  en apenas once meses. Sumario y Plenario. Dos etapas o fases del proceso. Con todas las violaciones que, innegablemente, existían en el perverso e infame, vil e inmoral, sistema inquisitorio venezolano, que en ocasiones, algunos jueces recordaban los denominados “Juicios de Dios”, inmortalizados por sus técnicas y formalidades infortunadas y siniestras a la hora de impartir o tutelar justicia.   Ahora, con el COPP, hay mucho más retardos procesales; los juicios orales no se realizan, esto es: no se apertura a tiempo –y como lo ordena la Ley Procesal Penal–  los juicios o procesos –litigios–  orales y públicos; los jueces dictan  mucho más medidas preventivas privativas judiciales de libertad, a pesar que, de acuerdo al sistema adversarial o acusatorio, el justiciable debe ser juzgado en libertad; obviamente, ésta obligatoria regla tiene sus debidas excepciones, las cuales han sido formalizadas o consumadas, contrariamente,  a lo establecido en el Código Orgánico Procesal Penal, en detrimento de los enjuiciables.  Un completo desastre. Conste que he sido un defensor a ultranza del COPP; pero, la verdad sea dicha: el cambio del sistema procesal le quedó muy grande al país. Definitivamente, la realización del COPP,  su estructura y su cabal funcionamiento, se le escapó de las manos al Estado Venezolano. No se puede ni se debe eludir la realidad existente.  Para colmo de males, el Poder Judicial –en su mayoría– está integrado no por doctos hombres de leyes, sino por indoctos e inconscientes, incultos e iletrados,  incompetentes e ignaros, abogados –acólitos y adeptos al (des) gobierno de turno–  más preocupados de cuidar sus cargos y de complacer a quien regenta ilegítimamente el Poder Ejecutivo Nacional, que de administrar justicia de forma vertical, honesta, neutral, independiente e imparcial. Ha poco días el “presidente” –respetuosamente demando las comillas – de la República, dijo por las redes sociales que “necesitamos la representación de fiscales sin rostros”.  Es una lástima que nadie hasta ahora se haya atrevido a infórmale a ese hombre  que esa figura de jueces o fiscales sin rostros, ha sido un rotundo fracaso en los países que en algún momento de su historia, lo ejecutaron para confrontar la criminalidad. La práctica ha demostrado que esa figura no funciona. Lo que se requiere –tal como lo dijera la ex magistrada, Dra. Blanca Rosa Mármol de León– son jueces sin miedos.  Necesitamos jueces y fiscales, con postgrados; con conocimientos jurídicos; que no sean “chavistas” ni “maduristas” ni “oposicionistas”; necesitamos jueces y fiscales, que sean autónomos, independientes, neutrales e imparciales. Nada más.  Las cárceles se hallan atiborradas de individuos que esperan ansiosos la apertura  de sus juicios orales; forzados muchas veces, por las circunstancias y por defensores públicos penales y no pocos defensores privados, sin escrúpulos, a admitir los hechos, sin siquiera haber analizado las posibilidades reales/efectivas de un eventual debate probatorio. Ruego a Dios, mi apreciación sea desacertada; pero la experiencia de haber litigado en no menos de veinte estados del territorio nacional, me  fuerza a percibir, a apreciar que de un momento a otro, el sistema judicial venezolano, así como el sistema penitenciario, sucumbirá abruptamente. Ya los pañitos calientes se acabaron. Con un simple toquecito de bola, la improvisación anotara la carrera que falta y el juego habrá [email protected]