El nivel de gobierno más cercano a la gente es el Poder Público Municipal, el cual tiene la alta responsabilidad de darle continuamente la cara a los electores. Como quiera que la ciudad es el ámbito urbano donde convivimos y nos encontramos todos, ineludiblemente las autoridades municipales se van a relacionar y contactar continuamente con los ciudadanos de su municipio, por eso es tan expuesta la gestión de los gobiernos locales, cuestión que es todavía más pronunciada en los pueblos y localidades rurales. A diferencia de los niveles de gobierno nacional y estadal, cuya relación con los votantes es más distante, el alcalde está más sujeto al control ciudadano y esto es muy bueno, porque lo obliga a ser transparente, cosa que contribuye a mejorar los niveles de eficiencia de la gestión del gobierno local, lo cual redunda en beneficios de los ciudadanos al elevar la calidad de los servicios públicos.
Por supuesto que ha habido alcaldes que hacen caso omiso de su deber ante los electores que lo eligieron y ante la comunidad como un todo, pero el reto de la nueva gobernanza pasa por la transparencia del gobierno abierto y por la eficiencia en la gestión pública. La gerencia municipal tiene ante sí el desafío de coordinar una cantidad compleja de actividades que, salvo contadas excepciones, ha desbordado la capacidad de los alcaldes de turno, para infortunio de sus comunidades. Cierto es que el gobierno nacional ha ahorcado financieramente a las alcaldías, al negarles el derecho a recibir la cantidad de situado constitucional que les corresponde por mandato constitucional y legal. Ni aún las alcaldías gobernadas por el régimen, reciben lo que les corresponde legalmente. Pero es que también desde las más altas esferas de poder se obra activamente para bloquear o entorpecer la gestión de los alcaldes de oposición.
Pero a pesar de este bloqueo, los gobernantes municipales deben apelar a la imaginación para realizar una serie de intervenciones urbanas y obras, que resuelvan los problemas de su comunidad. Por ejemplo, todo alcalde tiene en su jurisdicción una zona popular. Como sabemos los problemas de los barrios son enormes y entrañan la inmensa deuda social que el país tiene con los desposeídos. De manera que un alcalde por sí solo no podría solucionar el problemas del agua, las cloacas, las vías o la vivienda, pero cuando nos acercamos a conocer la realidad que sus pobladores viven día a día, encontramos, por ejemplo, que resolver un problema tan manejable por la alcaldía como el del ocio de los niños y adolescentes, es un asunto crucial para evitar que caigan en las redes de las drogas y en la espiral de la violencia.