Nuestro metabolismo no es el único culpable de nuestro exceso de peso. El sobrepeso es muy a menudo consecuencia inequívoca de una alimentación errónea.
El sobrepeso es muy a menudo consecuencia de una mala alimentación. Los cereales se refinan desnudándolos de las capas nutritivas más importantes para la salud, el germen y el salvado. El azúcar de caña o remolacha sufre también un proceso de lavado, blanqueado, que lo define como un alimento vacío que carece de nutrientes y las grasas de origen animal (embutidos, carnes grasas, mantequillas, etc.) producen en su conjunto una serie de afecciones llamadas “del metabolismo” y entre ellas la obesidad y el exceso de peso.
Además de los alimentos vacíos o de baja calidad nutritiva, sufrimos de todo tipo de preparados alimenticios (pues no se les puede llamar alimentos) cargados de aditivos químicos, que forman parte, a veces muy frecuentemente, de la alimentación cotidiana.
El exceso de cantidad de alimentos, tanto en el supermercado como en nuestra mesa y la industrialización ha conducido a las sociedades del mundo a enfermedades que indican la necesidad de una vida conectada a los ciclos de la tierra y a nuestro cuerpo con sus ritmos y necesidades.
Aunque pensándolo bien, esta desconexión resulta interesante para un gran sector de la sociedad que ha hecho un negocio de la manipulación antinatural de los alimentos y del culto al cuerpo. Los cientos de millones que mueven los alimentos bajos en calorías, las cremas reductoras y otros productos milagrosos son demasiados como para que interese saber que bastaría con aprender a comer alimentos sencillos y naturales.
Diversas hormonas influyen tanto en el aprovechamiento de las sustancias nutritivas como en la distribución de la grasa corporal o regulación de líquidos orgánicos, es por ello que una alteración endocrina puede provocar indirectamente una alteración del peso corporal.