En sus (17 años)
Q.E.P.D
Con voz fuerte viniste a mí a reclamar decoro
pero mis lóbregos besos tú rompiste,
para hundirme en un profundo llanto,
y con un trágico puñal mi corazón heriste.
Lancé al espacio con insistente afecto,
los más cálidos ecos de mis besos,
que en lo profundo de mi alma solo siento,
ansias infinitas de llorar a solas.
Eras llena de gracias como el Ave María,
ingenua como el agua y diáfana como una Diosa,
que al influjo de tu alma amanecías,
pidiéndole al Todopoderoso, que surtiera a los pobres del pan de cada Día.
Mientras más turbes mi conmovida mente,
en mi corazón perdura un cruel remordimiento,
un llanto de mis ojos, tímidamente brota,
que me entristece por la extrañeza de tu muerte.
En la caída de una tarde melancólica, sentí un eco que se pierde,
no es el canto de las aves, ni el rumoroso murmullo de una fuente,
es el beso de pureza, de amor y ternura que se funde,
que nos envías Clement, desde el lecho de tu muerte.
No fuiste una mujer sino una santa,
que Dios trajo al mundo, para dar vida a los más necesitados,
saliendo del vientre delicado de tu madre,
como sale una espina de una planta.
Tenía sensibilidad y amor por la indigencia,
que nunca escatimó esfuerzos por suplir sus aflicciones,
y no solo su afecto hizo presencia, que prodigó sus míseras carencias,
sino que alimentó sus amarguras, soledad y profundos sufrimientos