Cuando Chávez llegó al poder hace quince años, muchos creyeron que su procedencia militar era garantía de orden y seguridad, cosas que nunca llegaron ni llegarán en vigencia de la “revolución socialista”. Al contrario el militarismo que representaba el hoy Comandante Supremo lo que sí trajo desde el principio fue corrupción, como nunca antes se había visto. No es casualidad que el primer escándalo conocido haya sido el desfalco del “Plan Bolívar 2000” manejado por los militares activos del momento. De ahí en adelante la fiesta continuó en el sector castrense que hoy tiene ministros, gobernadores, diputados y funcionarios públicos que actúan como un cartel para dominar negocios tan rentables como el contrabando a Colombia, el tráfico de armas en los penales, la distribución de alimentos subsidiados y hasta el otorgamiento de divisas. Mire a su alrededor y verá seguro el rastro de esta oligarquía verde por algún lado. Y si Chávez no pudo o no quiso evitar este saqueo en vida, resulta obvio que ahora en su ausencia y en su nombre, todo será mucho peor Lo curioso es que Maduro en su supuesta lucha contra la corrupción no ha nombrado ni tocado a los militares.
El militarismo por esencia es antidemocrático. Las decisiones no se discuten sino que se imponen mediante una línea de mando vertical bajo el principio de la obediencia debida, lo cual es lógico dentro de las áreas de competencia natural de los ejércitos que no son otras que el resguardo de la soberanía y el enfrentamiento bélico. Pero las fuerzas armadas no se mandan a sí mismas en ningún país democrático y civilizado, sino que responden a las órdenes de los representantes civiles y legítimos del Estado. De ahí que deben ser imparciales, institucionales y no militantes de tendencias partidistas, pero eso ya es otro tema más profundo. Por ahora lo que nos ocupa es advertir la militarización de la política y por ende de la sociedad para convertir al pueblo que apoya al gobierno en ejército, y al pueblo que rechaza al gobierno en enemigo de la patria. Y así, amigos, comienzan los conflictos internos como los que vemos ahora en Siria; de ahí el resteo de este Gobierno con el tirano al-Assad.
En Lara podemos ver ya el avance militarista en esta étapa post-chavista. No es casualidad que los candidatos del PSUV en los municipios metropolitanos sean dos militares ajenos totalmente a la vida del partido en la entidad, uno de la aviación (Palavecino) y otro de la Guardia Nacional (Iribarren). Y si quedaba alguna duda de la intervención del partido rojo por parte del sector militar, el jefe de Campaña en la entidad no es Amaila Sáez ni Luis Jonás Reyes, sino nada menos que Pedro Carreño. Estos tres con Reyes Reyes en la gobernación paralela conforman el paisaje verde-verdecito de una fuerza política que aún siendo minoría en la región pretende seguir repartiéndose el botín heredado. Si a esto le agregamos la condecoración a los funcionarios de la GNB que agredieron a nuestros jóvenes que protestaron cívicamente luego de la elección presidencial, y la persecución ahora judicial que le siguen a las víctimas y no a los agresores, incluyendo también a los trabajadores del Sambil; nos podemos dar cuenta del panorama de represión y corrupción del militarismo que estamos enfrentando y que estamos obligados a derrotar el 8 de diciembre si queremos seguir ejerciendo ciudadanía. Basta escuchar hablar a Bohórquez para imaginar lo que sería ser gobernados por el sargento García.
Los militares le dieron un “Golpe de Estado” al PSUV en Lara para controlar la campaña en beneficio del cartel. Los dirigentes del partido quedaron por fuera tanto en la imposición de los candidatos como en el manejo y dirección de la campaña electoral. No dejemos que lo que le hicieron a sus propias bases se lo hagan a todo un pueblo. Convirtieron a su partido en un cuartel, pero no podrán doblegar al pueblo larense que el 8 de diciembre ratificará su talante democrático votando contra la corrupción, la represión, la persecución y el militarismo. Apunten su fusil para otro lado, que Lara se respeta.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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