Susana Yepez Houser tiene doble nacionalidad, es de Venezuela y es de Estados Unidos, es de Carora y de Wisconsin, es de lo árido infaltable y envolvente y de los lagos cotidianos y apacibles. No obstante tiene una fina sensibilidad para hacer de sus “alternativas” un espacio de intimidad para relatar su vida diaria desde la óptica de una mujer libre que al verse a sí misma dentro de escenarios amenazantes logra entregarnos la visión de un país, Venezuela, donde lo absurdo se ha convertido en un reto para la subsistencia.
Mujer de dos mundos pero entrañablemente caroreña Susana registró a lo largo de diez años emociones y análisis en artículos que al ser publicados en el libro “Mis pantuflas suenan mucho”, nos dan en su conjunto una perspectiva sociológica del drama diario y recurrente que vivimos los venezolanos,desde que el país se convirtió en escenario de unas confrontaciones ideológicas que llevadas a la práctica han trastornado la sique colectiva.
Una primera y ligera lectura de estos textos pudiera llevarnos a calificarlos de fotografías fugaces e insustanciales de una cotidianidad pueblerina, por ello hay que detenerse con fruición en el lenguaje evocativo desde el cual se incorporan sentimientos profundos y universales que revisten de grandeza telúrica la prosa intimista de Susana.
Como ella misma nos confiesa, sus artículos son el reducto nocturno de su intimidad y en ellos vuelca el volcán, ardiente pero humorístico, de sus reflexiones y estados de ánimo, nacidos ambos de una vida cruzada por incertidumbres económicas, políticas, familiares y sociales pero donde siempre triunfa el optimismo como expresión de una sensibilidad humanista heredada de la bondad campesina de sus ancestros de Carora y de Wisconsin.
Para Cecil Álvarez, quien según ella la animó para que cumpliera su misión de escritora, este libro de Susana es un compendio formidable de momentos críticos de todo este proceso sociopolítico que vivimos los venezolanos en la primera década del siglo 21. “Ese libro es una formidable agenda sociológica-dice- dentro de la cual están contenidos los momentos cumbres de la política venezolana, narrados por una mujer inteligente que observa a nuestro país con la mirada de una gringa”.
Pero Susana Yepez Houser no es una gringa del amplio segmento norteamericano masificado mediáticamente, ella tiene una licenciatura en literatura italiana con especialidad en Dante, autor sobre el cual también hizo un Posgrado en Italia. Y con esta clave sobre sus capacidades académicas e intelectuales debemos obligatoriamente repasar sus artículos y así entonces destapar los juegos semánticos que nacen de una cotidianidad convertida en andar y desandar los caminos entre el infierno y el cielo, una prosa ligera y amena pero con la cualidad cervantina de apuntar hacia las profundidades del alma al explotar significados ocultos en los giros lingüísticos que convierten en poesía la simplicidad asombrosa de lo cotidiano.
Así tenemos que los soliloquios entre la mujer ecuménica de Madison y la afligida madre caroreña son un despertar de la conciencia, un satori que baña de luz ingenua y meridiana la obscura culpa de sentirnos demediados entre un capitalismo salvaje que genera bienestar y desigualdades y un socialismo siempre utópico que iguala a todo el mundo en la miseria. Con gran desparpajo y exquisita pluma Susana en sus noches de pantuflas sonoras, elevada por las influencias de una Carora de raíces sanscritas y por la armonía de un hogar santificado por el sacrificio compartido, logra bruñir unos artículos que tienen como bajo relieve todo el dolor acumulado de una patria hundida en las resignaciones y la espera.
Leer Mis pantuflas suenan mucho es revivir los distintos grados emocionales que se vivieron en Venezuela durante la primera década de este siglo 21. Es un paseo que tiene como punto de partida la ciudad de Carora pero que abre caminos plurales hacia los mundos convulsionados de las marchas y contramarchas, los duelos mediaticos, las huelgas y los paros, todo contado y rescatado con el pudor de una caroreña que piensa como norteamericana y asume el compromiso de ser venezolana para dejarle un país de esperanzas a sus hijos.