Yo me confieso ante el universo por la vida,
yo me descubro ante mi mismo por todos,
por las manos amigas que me abrazan,
por los corazones que me llaman,
por los ojos del horizonte que se vuelven luz,
por los muros del camino que se abren,
por los versos que nos hicimos uno a otro,
por los sueños enlazados en el tiempo,
por la ventana que te llevó a mi alma.
El mayor pecado es no haber aprendido a vivir,
a donarme al enemigo y a quererme como amigo,
a desvivirme por los que me niegan la palabra,
por los que no saben de Dios y son de Dios.
Al fin, ya he despertado del letargo,
y me he propuesto ser el camino que no fui,
la posada de los que no tienen cobijo,
la luna de los que no conocen el sol,
el amanecer de los que viven en las noches,
la palabra de los que no tienen ni abecedario.
Desde siempre escribo para los que se fueron
y para aquellos que aún han de llegar.
Colmado de ausencias y presencias,
de pasados unidos al presente y al futuro,
me siento igual que un poeta en vela y en vilo.
Por un lado expectante a los bellos colores
del arco iris; y, por el otro, esperanzado
de ver más allá de este visible paisaje.
Busco otros espacios menos vacíos de amor,
más poblados de entusiasmo por el todo,
¡en el todo es donde está la propia eternidad!
Pon tu oído en mi oído y tu voz en mi voz,
disfrutemos de los armónicos momentos
que de la propia vida brotan,
bebamos de este belleza hasta saciarnos.
Si la noche es mañana, el día es hoy.
Y no es saludable que escasee el verso.
Sería como caminar muertos en vida.
Necesitamos sentirnos vivos y querer sentirnos.
Somos pura poesía y puro nervio poético.
Verdadero latido y natural pulso.
Ríe o llora, pero ama hasta sentir el amor.
Que no hay pasión tan honda como sentirse amado.
El mundo será otro, y otro también serás tú.
Es principio y fin de tus pasos y los míos.