Estamos frente a unas nuevas elecciones. Se postulan multiplicidad de candidatos, de ambas opciones políticas presentes en la actual realidad venezolana, la polarización continúa vigente. Son dos posiciones antagónicas de ver la vida y la política. Sin embargo, en medio de esas posiciones antagónicas, aparecen también candidatos por iniciativa propia, a todas luces sin posibilidad de ser elegidos. En ese ambiente polarizado, cabe preguntarse, más allá del legítimo derecho de postularse que tienen, por qué se postulan, qué buscan, cuál es el objetivo de esas postulaciones. No entiendo a Antonio Ecarri, por ejemplo, cuya presencia en las filas de la alternativa democrática podría ser muy útil y cuya postulación podría poner en peligro el triunfo en una alcaldía tan importante como la de Caracas.
Aparecen en Lara también, figuras jóvenes, con futuro prometedor que se postulan al margen de la causa que por su naturaleza ellos deberían apoyar. Uno los oye hablar y no encuentra explicación, ni justificación alguna a esas postulaciones en momentos en que el país democrático está exigiendo unidad, cohesión frente a un régimen absolutamente totalitario, demente y perverso. ¿Ambición, vanidad, soberbia, deseos de aparecer, acuerdos inconfesables? No lo sé. Allá ellos con su conciencia.
Una razón, pienso yo, para esa conducta, podría ser el desenfoque acerca de lo qué es el poder. He estado reflexionando en estos días, con ocasión de algunas viejas lecturas que he retomado, la siempre vigente afirmación de Santo Tomás de Aquino de que el poder político no es un fin en sí mismo. Hubo dos venezolanos a quienes les oí explicar esta afirmación con lujo de detalles: Arístides Calvani y Enrique Pérez Olivares. Sus vidas fueron testimonio elocuente y admirable de entrega a un ideal. Ambos socialcristianos de verdad y de absoluta pureza, cuyo testimonio de vida es ejemplo aplicable perfectamente a los socialdemócratas, a liberales, a conservadores… Recuerdo aquellas explicaciones de Calvani y Pérez Olivares, en las cuales afirmaban que sí, que se debe luchar por el poder, puede ser hasta una obligación moral luchar por el poder, un partido político se crea para conseguir el poder, pero el poder para servir, para hacer el bien, para respetar y hacer respetar la dignidad de la persona humana, lo que equivale a respetar y defender sus libertades y sobre todo, el poder se obtiene para buscar el bien común y la perfectibilidad de la sociedad civil en la que se sirva. El poder no se obtiene para servirse de él, esa es la concepción maquiavélica del poder. La lujuria del poder es inmoral y hay quienes acceden a él con el único propósito de dominar, de imponerse, de perpetuarse en su ejercicio, de obtener prebendas y privilegios que de otra manera no obtendrían.Por eso es tan importante conocer,previo a cada elección, qué piensa un candidato sobre temas tan cruciales como la educación, la familia, la libertad económica, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, la libertad religiosa, la alternabilidad del poder político, la descentralización, la sujeción del poder militar al poder civil.
Uno de los grandes líderes del siglo XX y comienzos del XXI, quizás el más grande, Juan Pablo II, habló muchas veces del ejercicio del poder político. No olvidemos que Polonia vivió sometida muchos años por el nazismo, los campos de concentración polacos revelaron, como nada lo ha hecho en el mundo, la perversión del ejercicio del poder y luego Polonia vivió décadas sometida al comunismo, otro ejemplo del ejercicio malvado del poder. Si queremos un país verdaderamente democrático, con instituciones fuertes, libres e independientes, pluralista, el poder debe ser temporal y alternativo. Cuando el poder político se concentra en una sola persona o en un grupo, ese poder se utilizará para destruir la familia, los valores más trascendentes del ser humano y prevalecerá la ambición de unos pocos por el dinero, la permanencia a como dé lugar en el poder y la destrucción de la sociedad. Mucho de eso nos está ocurriendo hoy en Venezuela. A los candidatos que están postulados para el 8 de diciembre, fundamentalmente a los de la alternativa democrática, los invitaría a tener presente que el poder es para servir, no para servirse de él ni para imponerse, es un instrumento para la entrega a favor de los demás, es un sacrificio y es obligante formarse para ser eficientes y formarse en los grandes valores cívicos y democráticos.