Sin tregua
Así como Maduro ignoraba que Margarita es la capital de Nueva Esparta o que Portugal pertenece a Europa y no al continente americano, lo más seguro es que desconozca procesos como el de la descentralización, fundamental para desarrollar la participación ciudadana en los asuntos públicos, asegurar una justa asignación de recursos y competencias a la provincia y mejorar la integración del país. En esta materia tampoco es revolucionario el “proceso”. Es ultrareaccionario.
La descentralización es un tema que no le debería ser indiferente y mucho menos controvertido a quienes se autoproclaman socialistas o revolucionarios. Uno de los factores que influyeron en el desplome del modelo soviético fue la reversión de la descentralización siempre revolucionaria en recentralización burocrática. En mala hora mutaron autonomía por sumisión y crítica por culto a un líder único.
También nuestras tradiciones políticas revelan el resorte cultural que desplaza el viejo caudillismo por nuevas expresiones autoritarias. Sus figuras más destacadas se asemejan en el desprecio contra quienes piensan diferentes y hacia las normas constitucionales.
Hoy, a nombre de debilitar las posiciones conquistadas por la Alternativa Democrática, se pretende anular en la práctica la significación de la elección directa de gobernadores y alcaldes. No de una parte de ellos, si no de todos. La jiribilla no puede ocultarse.
No en vano se insiste en suprimir la clásica “separación de poderes” para profundizar la atribución de todas las facultades del ejercicio de gobierno a una sola persona y al Estado Comunal. No por casualidad permanecen vigentes la figura de los designados a dedo para colocarlos por encima de los gobernadores y alcaldes nacidos de una elección popular, algunos con altísimo respaldo popular – mucho más que el “ilegítimo” de Miraflores – como el caso de Lara con Henri o en Miranda con Capriles. No por capricho se le despoja de competencias y recursos.
Por eso la lucha a favor de la descentralización es hoy una causa que puede acelerar el objetivo superior de unificar al país, sino se incurre en reponer los mecanismos de polarización que le interesa alos círculos partidarios de la centralización, el estatismo, la construcción del poder unipersonal y la cupularización de las decisiones en Caracas.
Ahora bien, uno percibe que las perspectivas de las bases populares son distintas. El día a día les disuelve las separaciones ideológicas que son bombardeadas desde afuera. Padecer las mismas dificultades y tener las mismas necesidades les aclara el valor de las coincidencias y el papel de los desacuerdos. Ya las diferencias políticas no les convierte automáticamente en enemigos.
Esta propensión a ir más allá de divisiones frecuentemente impropias, como gobierno-oposición, es polémica. Pero es una de las vías para trascender d3el posicionamiento negativo al positivo, para sustituir separaciones artificiales por intereses concretos y afinidades conscientes en torno a las líneas generales de una propuesta de país. Permite formular las demandas que muchos de los que están en la acera del frente no pueden expresar. Sin agravios no descalificaciones que ahuyenten el diálogo.
“Por ahora” es un tanteo subterráneo: para que emerja como una corriente social hay que luchar con firmeza, confianza y grandeza. Virtudes indispensables para encontrarentre todos, las palancas para remover lo que hoy puede parecer imposible. La descentralización conviene a todos, es, pues, un punto para encontrarnos sin complejos ni ambigüedades.