Todo poder se derrite al calor de una excusa. Toda autoridad se desvanece en el agrio sabor de un mar de incapacidad y promesas incumplidas.
Con el comandante supremo y galáctico, el país vivió una ilusión de abundancia y consumismo socialista, alimentado en el irresponsable gasto populista, la destrucción de buena parte de la economía privada y el deterioro operativo y financiero de Pdvsa. Hoy, la ilusión desapareció, y el gobierno se enfrenta a la pesadilla de un modelo controlador, estatista y anti-empresa que luce inviable, y a punto de colapsar, gracias a la infinita ignorancia y vocación al fracaso que adorna cualquier idea o praxis “revolucionaria”.
Hoy, tristemente , hablar de “revolución” y “corrupción” implica una redundante certeza, un estigma ya inocultable, a decir de la lluvia de titulares que dan cuenta de casos, detenidos, destituidos o evadidos, bien sea funcionarios o ex empleados del Estado, que han contribuido con su ambición o criminal sed de dineros públicos, a la construcción de una madeja de corrupción con variadas modalidades, simbolizando los dolorosos costos del hombre “nuevo”, con tanto revoltillo ideológico en su mente pero clara y sincera vocación acumulativa que ya, inclusive, no esconde su fortuna súbita y mal habida. La exhiben, orondos, gracias a la cómplice impunidad del “socialismo” hecho gobierno.
Con arcaica vehemencia y coherente continuidad retórico-marxistoide, el gobierno continúa ahora culpando a la oposición de todo cuanto ocurre en el país. Maduro habla de saboteo y su bigote brilla, se estremece, retumba en el comodín, devenido oscuro y nebuloso argumento para denunciar en vez de resolver, para acusar en lugar de gobernar. Saboteo…teo…teo…
Así, la mentira parece ser el único lugar común en el verbo oficial. Y que nadie se atreva a contradecir, o a ofrecer la suya, porque incurriría así en un acto de sabotaje. El ministro Merentes intenta parecerse a un acróbata de Cirque Du Soile, especialmente en su lenguaje. Lanza una pirueta matemática, y dice que el PIBcreció un 2,6% el segundo trimestre de 2013. Salto atrás, balanceo y zuasss, el profesor aterriza en la red. Pero de seguro, recordarle que comparando la variación del PIB del primer semestre de 2013 con respecto al del año pasado, ese PIB en realidad ha caído cerca de un 1,6%, de seguro constituiría un absoluto acto de saboteo.
A un año de la trágica explosión de Amuay, surgen ahora como hipótesis, convenientemente lanzada en pre-campaña electoral municipal, acusaciones de que dicha explosión fue producto del saboteo de sectores opositores. ¿Pruebas? ¿Evidencias? ¿Rastros? Para la “revolución” no son necesarias, porque son santa palabra inquisitoria y sacrosanta verdad.
Poca creatividad exhiben los asesores cubanos cuando reinciden en recomendar, antes a Chávez, y ahora a Maduro, con la alusión de “magnicidios”. El ministro Ramírez también se suma el coro señalador de saboteadores. Dice que en Pdvsa hay “infiltrados”. ¿Qué hoy producimos menos petróleo? Seguro hay miles de saboteadores detrás de cada taladro. Cuidado. Revise ese café. Levante esa mata. Abra la puerta con sigilo. Algún saboteador lo está observando.
Saboteo…teo…teo…
Luego de las quejas de la Asociación de Iguanas radioactivas y demás roedores comecables, el gobierno anuncia que todo aquello que no ha podido solventar con relación al Sistema Eléctrico Nacional, se debe también a saboteadores.
No es la incapacidad. No es el fracaso. Tampoco ignorancia o desconocimiento. No tiene que ver el gobierno con una inexorable vocación para aplicar recetas económicas o políticas comprobadamente fracasadas en la historia del marxismo y el comunismo como experimentos políticos. Para nada está vinculado a la intolerancia como filosofía de gestión pública, excluyente y resentida. No. El comandante galáctico derrochó miles de millones de dólares en armamento, tanques, sistemas misilísticos, aviones y otras chatarritas militares, y aun así, estamos asediados de millones de saboteadores, hipnotizados por el deseo de vivir mejor, insoportable gente que protesta por menos inflación y más trabajo, menos palabra vacía y más salud y educación. Toda una conspiración.
Nicolás lanza la palabra. “Saboteo…teo…teo”… El sonido decreciente atestigua su soledad. El silencio lo aturde. “Saboteo…teo…teo…”La verdad lo golpea. El lo sabe. El único saboteo posible, es el de su propia incapacidad. A veces el fracaso, también es un eco.
@alexeiguerra
[email protected]