Venezuela cortó una tradición de 136 años al dejar por fuera a los intermediarios e ignorar a la Bolsa de Metales de Londres en su intento por obtener un «precio justo» por sus exportaciones, pero corre el riesgo de perder compradores y millonarios ingresos al ofrecer sus productos sobre el valor internacional.
El Gobierno del presidente Nicolás Maduro lanzó a mediados de agosto, con bombos y platillos, el «sistema soberano de comercialización de las empresas básicas», eliminando a los intermediarios y los descuentos que le hicieron perder al país petrolero miles de millones de dólares por la venta al extranjero de sus productos de acero, hierro y aluminio.
Con esa medida, Venezuela busca paliar una caída en el valor de los metales que exporta y obtener mayores ganancias, pero los operadores advirtieron que ahuyentará a clientes que pueden conseguir mejores precios en el mercado.
En la práctica, el cambio supone un incremento en el valor de los productos exportados por Venezuela, en su mayoría, muy por encima del precio internacional.
«Es el Estado el que fija el precio de los productos que se comercializan, no es ninguna mafia que viene a decir cuánto cuesta el producto de cada uno de los venezolanos», dijo la semana pasada el ministro de Industrias, Ricardo Menéndez, al presentar el nuevo sistema de comercialización.
Venezuela es un jugador importante en el mercado de semi elaborados, planos y largos de acero; mineral de hierro; briquetas de hierro en caliente (HBI); pellas y aluminio primario que siempre comercializó guiado por la Bolsa de Metales de Londres, el mayor mercado del mundo en opciones y contratos a futuro de metales no ferrosos.
Pero con el nuevo sistema, una tonelada de briquetas de hierro que Venezuela vendía en 268,5 dólares, ahora pasó al «precio justo» de 310 dólares.
«El Gobierno no sabe lo que está haciendo (…) pone muchos obstáculos y los clientes ya perdieron la confianza en Venezuela», dijo un operador de metales ferrosos que con regularidad compra productos venezolanos.
Otro comerciante de metales, basado en Estados Unidos, calificó el nuevo sistema como «una locura».
«No va a funcionar (…) La gente está dejando en el puerto el mineral venezolano», explicó.
MÁS OBSTÁCULOS
La falta de inversión y adecuación tecnológica ha golpeado con fuerza la otrora boyante industria de metales venezolana, cuya producción ha retrocedido en más de la mitad en la última década.
Con los números en rojo, el país caribeño tuvo que reducir sus exportaciones para satisfacer al mercado interno que consume grandes cantidades de hierro y acero dentro de las exigencias del programa insignia del Gobierno del fallecido Hugo Chávez: decenas de miles de viviendas de interés social.
Vetustas y con cada vez más trabajadores, las empresas venezolanas de hierro, acero y aluminio han visto cómo se han elevado sus costos de producción en los últimos cuatro años.
De la revisión de documentos de las empresas estatales de metales se concluye que ya no es rentable para Venezuela comercializar sus productos a precios internacionales.
Sidor, la mayor siderúrgica de la región andina, debe desembolsar 700 dólares para producir una tonelada de palanquillas de acero que, según los precios de la Bolsa de Metales de Londres, se cotiza en 150 dólares.
Mientras que a Venalum, cuya planta es la mayor de Latinoamérica, le cuesta 3.215 dólares producir una tonelada de aluminio que en el mercado internacional se comercializa en 1.857 dólares.
EXPORTACIONES MENGUANTES
Con la nacionalización del sector minero, Venezuela se fue quedando atrás como un jugador importante y, de acuerdo a cifras oficiales, en la última década el aporte de esa actividad a la economía se redujo en 25 por ciento.
Las empresas venezolanas de metales aún no han podido recuperarse de una aguda crisis eléctrica que golpeó a la nación en el 2010 y que las obligó a reducir su producción.
El año pasado, Ferrominera utilizó el 75 por ciento de su capacidad instalada para producir 17,2 millones de toneladas de mineral de hierro de las cuales exportó el 59 por ciento.
Sin embargo, más de la mitad de ese cargamento estuvo comprometido con la estatal china Wisco, a la que debe enviarle 5,7 millones de toneladas anuales hasta el 2017 a un precio que se revisa una vez al año.
Por su parte, Venalum retrocedió a niveles de hace 20 años y, con un 35 por ciento de su capacidad instalada, produjo el año pasado 152.443 toneladas métricas de aluminio primario.
De ese total, exportó apenas 44.640 toneladas de aluminio y no pudo cumplir con sus compromisos internacionales que la obligan a enviar al mayor intermediario de materias primas del mundo, Glencore, 60.000 toneladas anuales de aluminio.
Además, la estatal venezolana debe enviar anualmente 18.000 toneladas de productos a Noble Resources, perteneciente a Noble Group, con sede en Hong Kong.
Complicando aún más su panorama, el país sudamericano deberá aumentar su cuota de exportaciones este año para compensar los envíos incumplidos con Glencore y Noble si no quiere arriesgarse a multas o rompimientos de contratos.