Sólo quedan pies de barro

El difunto portento tuvo siempre sus pies de barro: Hace ya casi tres quinquenios se vio que un entorno de mediocridades, resentidos y delincuentes sería talón de Aquiles en la grandilocuente charlatanería – y así lo fue.
Un desaforado Teniente Coronel con mentalidad de Sargento y edad emocional de un niño de diez años – así lo describió «Paco» Vera – jamás pudo rodearse de gente decente y honorable. El ego, la paranoia y la patanería lo limitaron a nulidades serviles, deshonestas o desequilibradas, sumisamente dispuestas a órdenes caprichosas, espionajes, chismes, arrebatos, pataletas y humillaciones para seguir aferradas al círculo de su mayor confianza, sin hacer la menor sombra.
Asombra que un país de casi 30 millones de habitantes lleve tantos años sometido a una minúscula mafia de unos 60 enchufados, arrogantes y prepotentes, que descaradamente se intercambia los más cargos de mayor entidad sin credenciales, conocimientos ni responsabilidad; con carreras y fortunas montadas en el más abyecto servilismo:  Todo ello emulando un Tercer Reich …. en escena de «Los Productores».
Ahora los pies de barro quedaron solos, con un pedestal de oro que erosiona, empapados en la prepotencia y corrupción que los vuelve puro fango. Sin centro unificador, ancla ó brújula apenas queda – con muy pocas excepciones – una canalla de ideólogos desquiciados, cacos, ignorantes y dientes rotos.
Por más que de La Habana salgan mil trasnochadas vivezas seniles no hay quién salve a la pandilla de facinerosos de su propia ruindad: Los desesperados alardes de unidad subrayan lo que en realidad se carece. Por más que remeden jamás podrán lo que nunca hicieron: Gobernar.
Se asoma una implosión, deslave, o «Götterdammerüng»… pero todo con libreto de Mel Brooks: Un final digno de la más cursi de todas las revoluciones.
La imparable transformación política de Venezuela pasa por el destete y sanción de una mafia que se hunde con zarpazos de bestia herida, revolcada en su mismo lodo. El inevitable desenlace apenas lo postergan quienes juegan posiciones adelantadas, sembrando dudas, división, desconfianza y desesperación en el país decente.
El insistente mito de la frustración opositora que alimenta el G2 con el concurso de los Capitán Araña de Internet se desnuda con esa sociedad más madura que se mide ante toda oportunidad de avance que apunte a una salida civilizada.  Esta gran nación no ha nadado tanto para ahogarse en la orilla, y  finalmente aprendió – con la experiencia de los años – que del apuro queda apenas el cansancio.

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