Tanto se ocupó el gobierno venezolano de imponer controles políticos y sociales a la población desde 1999, de practicar un radicalismo y un extremismo inconstitucionales, que se extravió y fracasó en el cumplimiento de las funciones básicas propias: desarrollo, justicia, seguridad jurídica, infraestructura, salud, educación, transparencia o las que ni siquieraenfrentó. Fue producto de su obsesión por detentar el poder total per se, sobre lo demás. Así se llegó a la repugnante descomposición gubernamental del presente, que antecede al derrumbe.
El gobierno ha podido frenar, aunque cada vez menos, formas legítimas de violencia desde abajo (la protesta popular amparada constitucionalmente), usando represión y sistemas de espionaje (G2), lo que conduce al represamiento de los conflictos, que luego pueden ser descargados en formas peligrosamente explosivas. En otras palabras, los mecanismos civiles de regulación pacífica de los conflictos están reprimidos en Venezuela, lo que puede desembocar en una resistencia indeseable de la población. Son claras las señales existentes, que el gobierno ilegítimo, en su inmensa arrogancia y miopía política, no ha sabido interpretar. La oposición democrática venezolana sí las ha descifrado, particularmente desde el momento en el cual Henrique Capriles decidió participar en la campaña presidencial, que culminó con el reconocimiento ilegal de Nicolás Maduro y su impugnación.
A pesar de la extrema violencia política del gobierno, en Venezuela está ocurriendo una conmoción política pacífica y popular, sustentada sobre los principios fundamentales de la convivencia, la recuperación de la institucionalidad perdida y violentada por el desgobierno, absolutamente apegada a la norma constitucional, el respeto a la legalidad, la libertad y a la dignidad de la persona humana, que está siendo conducida por Henrique Capriles.
Es tal la agitación provocada en las filas oficialistas, que el gobierno emplea toda su capacidad de violencia política en contra del líder opositor, con el objetivo de aislarlo y eliminarlo del escenario político venezolano. A una subcomisión de la Asamblea, abogados y organismos de seguridad (asistidos por el G2) se les ha instruido para la tarea de inventar posibles hechos punibles durante su gestión político-administrativa como gobernador del estado Miranda y hasta entremeterse en su vida privada y la de sus familiares, a fin de encerrarlo en la celda de antemano preparada. Se le difama en las redes sociales. Advierten la inmensa estatura humana, moral, intelectual y gerencial y el talento conductor de Henrique Capriles, todavía más cuando los comparan con los mediocres atributos de Maduro, asesorado por un fantasma.
Ahora se agrega la decisión del TSJ de multarlo y enviar al Ministerio Público el escrito que introdujo el líder opositor ante ese organismo, para que se realice una investigación por vilipendio político y denigrar públicamente a las instituciones del Estado.
Pretenden ignorar que Henrique Capriles cuenta con la mayoría de la población votante del país. No han reflexionado sobre el enorme costo político que les reportaría la imputación y posible prisión amañada de Henrique Capriles y lo intolerable, por insustentable, que sería para la oposición democrática. Las protestas serían indetenibles y los efectos imprevisibles. Sería un inmenso error estratégico gubernamental si tal disparate llegara a concretarse, queno solamente atentaría contra el líder, sino que exacerbaría a su electorado. Va, entonces, una voz de alerta temprana.
Henrique Capriles no ha hecho ni hará uso de tipo alguno de violencia; su pensamiento es pacífico y pacifista. Esa característica le confiere una formidable fortalezaético-moral. Pregona recuperar la libertad que le fue despojada al pueblo. Su discurso es novedoso ante lo que se ha escuchado en los 15 años precedentes; es tan efectivo, atrayente, equilibrado y exento de ofensas, pero a la vez enérgico y sincero, al convocar a la ciudadanía a participar en el logro de una sociedad plural sustentada sobre los principios democráticos y económicos básicos, que convenció a muchos seguidores del oficialismo a abrazar su causa, frente a las carencias intelectuales y debilidad de liderazgo del entonces candidato oficial, hoy presidente impuesto por el CNE. Ahora necesita democratizar a millones de ellos para, juntos, construir el país quelos venezolanosmerecemos. No es pequeña la tarea.
¿Prisión para Capriles?
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