Agosto de 2013 será recordado por siempre en el Festival de Salzburgo como el día en el que los 1.476 espectadores de la sala Felsenreitschule se levantaron durante 10 minutos para ovacionar, en su debut internacional, a la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela, que interpretó la Sinfonía N° 1 de Mahler.
Y es que el riesgo que tomó el director artístico del evento musical, Alexander Pereira, de presentar por primera vez a una orquesta infantil en el festival se convirtió, gracias a los niños venezolanos, en un éxito sin precedentes.
Bajo la batuta del director de la Filarmónica de Berlín, Sir Simon Rattle, y del joven venezolano, Jesús Parra, los 208 niños, cuyas edades oscilan entre 8 y 14 años, demostraron durante dos horas los frutos del trabajo que realizaron junto a sus profesores y maestros.
“Esto fue sencillamente increíble. Me siento tan orgulloso de haber podido contener en tantos instantes las lágrimas; fue tan difícil. Podías cerrar los ojos y sentir que esto era sublime. Pero luego los podías abrir y decir: ‘esto es imposible’. Estoy verdaderamente conmocionado”, aseguró Rattle.
La obertura cubana, de George Gershwin fue la primera pieza del concierto. Los músicos se veían cómodos. Poco tiempo le tomó al público creer lo que estaba escuchando. Dirigidos por Simon Rattle, quien desde que subió al podio no paraba de sonreír, los integrantes de la nacional infantil hicieron gala del típico temperamento de su edad; disfrutaban y tocaban con la pasión que el maestro José Antonio Abreu les ha inculcado.
Luego fue el turno de Jesús Parra. Con la Suite del ballet La Estancia, de Alberto Ginastera, la joven promesa de la dirección venezolana fue cómplice de los niños, los condujo con entusiasmo y mucha seguridad. Les guiñaba el ojo, les sonreía, les pedía energía y fuerza. Todo eso recibió. Ya los espectadores habían suscrito lo dicho por Rattle: no estaban frente a una simple orquesta de niños, sino frente a una orquesta profesional. “Estos niños son la demostración de cómo El Sistema crece y crece. No solo en número, sino en nivel, algo que es indiscutible. Muchas orquestas desearían tocar así; muchos músicos europeos van desde hace años a Venezuela y quieren traer a las orquestas de El Sistema”, aseguró el maestro Rattle, quien el día anterior ya había señalado en una rueda de prensa que El Sistema sigue siendo el modelo más inspirador que ha conocido.
Llegaría el turno de la ansiada ejecución de la Sinfonía N° 1 de Mahler, la misma obra con la que el director se estrenó frente a la Filarmónica de Berlín. Su pieza consentida, interpretada por la Nacional Infantil de Venezuela, no lo defraudó. El primer movimiento, que es poco común dentro de la sinfonías del compositor por su riqueza melódica, fue la cúspide de la interpretación de los chicos, quienes desbordaron compromiso con las notas escritas cuando el alemán apenas tenía 28 años. Para el segundo y tercer movimiento, la energía se apoderó del escenario.
La primera trompeta de la Filarmónica de Viena, Hans Gansch, aún tenía los ojos aguados al salir del concierto. “Es la primera vez que lloro de tal manera. Estar aquí y escuchar esta música tan inspiradora es sorprendente. Este es el mejor trabajo de una orquesta infantil que he visto en mi vida. Realmente, no lo puedo creer. La obra no tiene solos fáciles y aún así lo hicieron muy bien. Y el alto nivel de los trompetistas es fantástico”, dijo.
Tan sólo queda un concierto para terminar la participación de los venezolanos en lo que el festival ha llamado “El Sistema: La Residencia”. Con 14 conciertos, el público europeo ha sido testigo de los logros de la Fundación Musical Simón Bolívar, ente rector del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela