El hecho de que estemos asumiendo una agenda electoral, acatando la institucionalidad actual y ejerciendo la libertad de expresión por esta vía; no impide que llamemos las cosas por su nombre en cuanto al diagnóstico sobre el régimen actual. Chávez es un dictador, a pesar de los pocos limites que todavía quedan gracias a la democracia heredada por necesidad, luego del fracaso de su asalto militar en 1992.
El abuso que significó esta última habilitante, que en la práctica se tradujo en un cierre del parlamento y una concentración absoluta de poder del presidente luego de que perdiera la mayoría calificada por voluntad soberana del pueblo, significó un nuevo avance del modelo totalitario. Igualmente los abusos judiciales que le permitieron a Chávez secuestrar las tarjetas de los partidos del PPT y Podemos, dan cuenta nuevamente del talante del régimen. Y es que el ejercicio ilimitado e indefinido del poder no puede sino ser tiránico y opresor. Razón suficiente para ponerle fin este 7 de octubre.
Pero, ¿por qué decimos que Chávez es un dictador o que actúa como tal? Ya la historia nos ha enseñado suficientemente los síntomas de esta enfermedad y creemos que Chávez los padece todos. Basta ver la propaganda oficial del momento para hacer el diagnóstico. Por un lado, la cuña del «ex niño de la calle» que ve a Chávez como a un Dios por haber recibida una casa, ratifica la megalomanía propia de los dictadores que se creen seres superiores (semidioses), predestinados e imprescindibles. Por otro lado la nueva consigna de «potencia militar socialista» y la promesa de «salvar el planeta» ya comienzan a dibujar otra característica típica de todos los tiranos, la necesidad de imponer su modelo de dominación fuera de sus fronteras y «conquistar el mundo».
Hace menos de un siglo un hombre asumió la presidencia de su país gracias a una elección popular, luego de haber dado un golpe fallido y de haber estado en la cárcel por tal acción. Estando en el poder armó a su nación para convertirla en potencia militar y crear «el nuevo orden mundial»: Al principio ocultó sus planes reales, pero poco a poco fue convirtiendo una democracia en una dictadura totalitaria. Creó un ejército político paralelo llamado «las camisas pardas» y usurpó a los gobernantes regionales legítimos con autoridades paralelas designadas directamente. Procuró con artimañas y utilizando de excusa «el incendio del Reichstag», una ley habilitante para concentrar los poderes legislativos que utilizó indiscriminadamente para afianzar su hegemonía. Ilegalizó a los partidos opositores para convertir su propio partido en «único», el cual terminó sustituyendo al Estado, con un pensamiento oficial y un saludo reglamentario. Declaró enemigo de la patria y persiguió a la clase capitalista de la época que era representada por los judíos. Hablaba de la paz mientras hacía la guerra, haciendo uso de la propaganda oficial sin precedentes para la época. A pesar de ser canciller y presidente de su país, se creó a sí mismo un cargo superior, haciéndose llamar «Führer». Este hombre fue nada menos que Adolf Hitler.
Si sustituimos las palabras «nuevo orden mundial» por «socialismo del siglo XX!», «camisas pardas» por «milicias bolivarianas», «incendio del Reichstag» por «lluvias», «judíos» por «burguesía» y «Führer» por «Comandante», nos daremos cuenta de la espeluznante similitud que hay entre la dictadura más atroz y sangrienta de la historia mundial, con el proceso «revolucionario» que ha desplegado Chávez en Venezuela durante los último 14 años. Guardando las distancias en cuanto a los hechos, se puede advertir la aproximación del espíritu y sobretodo en el esquema hegemónico. La Alemania del siglo pasado no fue capaz de advertir los peligros que significó eliminar el sistema democrático para hipotecar el país a la voluntad indiscutible de un solo hombre.
No queremos ser una «potencia militar socialista», ni tampoco queremos que el pueblo tenga que rezarle a Chávez para tener una casa o una pensión. Queremos un país libre, donde todos podamos progresar juntos y donde el poder sea ejercido con equilibrio y alternancia. Queremos democracia, que como decía Russell, es el único sistema que evita males mayores y escenarios de devastación, guerra y miseria. Estamos a tiempo, no sería la primera vez que un dictador sale por los votos de la gente. Tenemos el poder. Evitemos la tragedia mientras se pueda.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
Twiter: @chatoguedez