La Catedral de Barquisimeto es un icono de nuestra ciudad y, para las familias de El Malecón, comunidad vecina, representa un auxilio del cielo. Tres casos conmovedores, son apenas una muestra de lo bonito que es brindar lo mejor al necesitado, al menos, así lo concibe el padre Ángel Castillo, párroco y principal colaborador de esta obra de misericordia.
La primera historia tiene que ver con una ancianita de 91 años, Eulogia Angulo, a quien le llevan la comunión semanalmente. Es alimentada con el Cuerpo de Cristo, tal como mueve la fe, pero también reciben una contribución en alimentos, semana a semana, a fin de suplir sus necesidades más importantes.
«Es una de las personas de la tercera edad que más inspira amor: la dulzura con la cual recibe la comunión, su felicidad por la donación de la comida, oraciones y hasta cantos religiosos, nos motivan a seguirla ayudando. Se trata de un hogar humilde que Dios ha puesto en nuestro camino».
Atienden cerca de 80 enfermos, gracias al servicio desinteresado de los 18 ministros extraordinarios de la comunión. Clairé Torrealba, una de las servidoras, expuso que atender a los enfermos es como cuidar del mismo Cristo. Una buena presencia externa, «digna del Señor», así como un corazón rebosante de Dios, no pueden faltar en aquellos que ejercen este ministerio laical.
Por una vejez feliz
El padre Ángel Castillo contó, lleno de gozo espiritual, cómo han llegado a lugares de la comunidad El Malecón donde ni siquiera habían oído de la bondad del Todopoderoso. De lo que recibimos en ofrendas, dijo, en especial de las depositadas a la réplica de la Divina Pastora que permanece en la iglesia Catedral, es como logramos hacer las donaciones.
La señora Cristina Araujo, de 97 años de edad, puede descansar de la posición de su cama gracias a la silla de ruedas que fue donada por la parroquia. Otras diez personas han sido beneficiadas de la misma forma, aliviando los dolores musculares en los abuelitos y, por otra parte, facilitando la movilización dentro y fuera de la casa.
Se trata de un dar, sin esperar nada a cambio, salvo la recompensa que Dios promete y que será recibida en el cielo, tal como lo reseñan las Sagradas Escrituras. Tomar la mano del enfermo, ofrecer palabras de aliento, avivar la fe en el creyente que atraviesa dificultades, no es tarea sencilla, pero como expresó el sacerdote diocesano, «Dios da la gracia».
Por último, una familia cristiana evangélica logra el sustento diario a través de un negocio de alquiler de celulares y venta de dulces, «creado con la ayuda del padre Ángel (Castillo) y de su parroquia. A pesar que no compartimos la misma religión, existe una hermandad muy grande. Mi hijo puede costear sus estudios universitarios con los ingresos que nos da este local», sostuvo Egleé de Cicciarella, benefiada con el donativo hecho por el templo central de la Arquidiócesis de Barquisimeto.
Fotos: Dedwison Álvarez