La cascada más alta del mundo, islas casi vírgenes en el Caribe, desiertos y selvas tropicales que caen al mar: a Venezuela, donde Cristóbal Colón pensó descubrir el paraíso terrenal, solo llegan 700.000 turistas al año. Consciente del potencial, el gobierno busca atraer visitantes.
La renta petrolera en el país con las mayores reservas del planeta explica la desidia con la que los gobiernos han tratado al sector turístico: hay poca infraestructura, faltan plazas hoteleras, rutas aéreas, promoción internacional.
Pero los altos índices de criminalidad y el control de cambio complicaron más las cosas.
«El mayor enemigo del desarrollo del turismo en Venezuela ha sido el petróleo. Cuando un país tiene un fuente de ingreso de divisas tan importante, tiene la tentación a desatender las otras», explica a AFP Carlos Vogeler, director regional para las Américas de la Organización Mundial del Turismo (OMT).
El nuevo ministro del área, Andrés Izarra, se propone colocar a este país de casi un millón de km2 en el mapa de destinos turísticos preferidos, lo que implicaría una gran fuente de divisas y de trabajo. La idea es alcanzar el promedio mundial de aporte del turismo al PIB, que es de 9%.
«Nuestra meta es llegar al millón de turistas que nos visitan desde otros países, pero creo que eso lo lograremos para la próxima temporada», aseguró Izarra, y consideró que 2014 será el año del «despegue del turismo».
El descomunal delta del río Orinoco, la frondosisad amazónica, miles de kilómetros de playas paradisíacas, los enigmáticos tepuis, antiquísimas mesas de piedra que se levantan sobre la gran sabana, las abruptas cumbres andinas…. Hay mucho donde elegir y mucho por desarrollar.
Inseguridad e infraestructura
Según Vogeler, las autoridades venezolanas «tienen ahora un interés claro» en dinamizar el sector, y para ello deben atender la cuestión de la seguridad, sobre todo porque en el turismo «la percepción es más importante que la realidad».
Venezuela es considerado uno de los países más violentos del mundo con más de 16.000 homicidios en 2012.
Desde que fue nombrado por el presidente Nicolás Maduro, Izarra creó la campaña «Venezuela, el destino más chévere», inauguró nuevas rutas áreas, reinaguró aeropuertos y se reunió con empresarios.
Ha anunciado que se abrirán al turismo las islas de La Tortuga y La Orchila, adonde fue llevado el fallecido Hugo Chávez durante el golpe de Estado que lo sacó brevemente del poder en abril de 2002.
«La Tortuga es una isla virgen del Caribe, la segunda más grande de Venezuela después de Margarita, igual de grande que (la vecina y holandesa) Aruba, que mueve 1,5 millones de turistas al año», dijo.
Los países de alrededor reciben muchos más visitantes que Venezuela. Según la OMT, Colombia, que en 2008 lanzó la campaña «El riesgo es que te quieras quedar», recibió 2,1 millones en 2012; República Dominicana, 4,5 millones; Brasil, 5,6 millones, y Cuba 2,6 millones en 2011.
«Colombia ha hecho un magnífico trabajo en posicionamiento de marca país, ha resuelto también muchos problemas estructurales para recibir turistas y garantizar la seguridad. Ha dado prioridad a la actividad turística», explica Vogeler.
Para Marilucy Beltrán, presidenta de la Asociación Venezolana de Agencias de Viajes y Turismo (AVAVIT), faltan ofertas de paquetes turísticos y mayor colaboración entre los sectores público y privado.
«Aquí todo está como por partes, el vuelo, el hotel, la excursión. El turista quiere saber hasta dónde va a ir a bailar», opina.
Gael Lejay, miembro de Tucaya, agencia de viajes francesa establecida en Caracas desde 1996, considera que «en Venezuela el desarrollo del turismo debe afrontarse como un asunto de Estado, que todos los sectores implicados se sienten en la misma mesa y se coordinen».
«Aquí hay inmensas posibilidades. El puerto de la Guaira (junto al aeropuerto que sirve a Caracas) casi no recibe cruceros», describe como ejemplo a la AFP.
Entre los destinos preferidos de los turistas que trae Tucaya, figuran el archipiélago de Los Roques en el Caribe, y Canaima, inmenso parque nacional en la frontera con Guyana y Brasil que alberga el famoso Salto Ángel, la caída de agua más alta del mundo, de casi un kilómetro.
Control de cambio y cultura de servicio
Para Beltrán, otro enemigo del turismo en Venezuela es el férreo control de cambio que rige desde 2003. El gobierno maneja un dólar artificialmente fuerte a 6,3 bolívares, valor que en el mercado negro se quintuplica, por la escasez de divisas.
«Al extranjero con el cambio oficial le sale carísimo viajar dentro de Venezuela, porque los precios de los hoteles y los servicios están calculados al dólar paralelo. Y al turista nacional que accede a los dólares oficiales le sale mucho más barato viajar fuera del país», explica.
Según ella, Venezuela tiene también un déficit en la calidad del servicio en restaurantes y hoteles.
«No existe la cultura de que yo tengo que darte un buen servicio y que a mí también me va a beneficiar. Tenemos que cambiar la mentalidad», asegura.