Todo en calma. El chavismo gobierna plácido y la oposición vuelve a su habitual trajín electoral. De la mayoría popular expresada el 14 de abril no quedó nada, salvo una decena de muertos de los que nadie quiere hablar. Ni Maduro quiere recordar que tuvo que matar para ser presidente, ni a la oposición le gusta pensar que algunos venezolanos dieron su vida por defender su voto. Pero todo en calma. Ahora, a pasar la página y votar el 8D.
Henrique Capriles tiene una deuda con el país y con sus electores. Es cierto que él es joven y puede esperar, pero eso no fue lo que prometió al país. La gente estaba agotada y si salió a votar fuegracias a la firmeza que el candidato mostró en la campaña. El pueblo tuvo fe en Capriles y éste se comprometió a defender la voluntad mayoritaria,pero no cumplió. Desmovilizó la protesta ciudadana que, en más de 40 ciudades de Venezuela, exigía respeto por la soberanía popular. La estrategia del candidatobuscó mantener la aprobación política y la jefatura de la oposición, pero no conquistar la presidencia. Lo logró.
Se sabía que acudir al CNE o al TSJ era meterse en un callejón sin salida. Por temor a la impopularidad, la dirigencia calló y calla.Temen contradecir a Capriles porque se ha ganadola reverencia de la mayoría opositora, que lo sigue con devoción y no admite críticas. Pero es la verdad.La apuesta de Henrique es que la crisis tumbe a Maduro y la presidencia le sea cedida pacíficamente luego de unas nuevas elecciones, creo que está equivocado. La depauperación de la sociedad no implica, per sé, un cambio democrático. Son muchos los totalitarismos construidos sobre la base de sus fracasos económicos. Mientras el gobierno maneje el petróleo, siempre tendrá algo que repartir y cuanto menos tenga la gente con menos se conformará, porque temerá más que se lo quiten.
Empobrecer y oprimir simultáneamente es posible (véase Cuba). Capriles es el líder y está comprometido a actuar, antes de nos cierren la jaula.
@yongoicoechea
