La ciudad vivió épocas mejores. En unos pocos años se construyó el Politécnico, El Palacio Municipal, la escuela de Medicina, Fudeco, Comdibar y Mercabar, el pedagógico del Oeste, el La ciudad como tema
Ipasme, el Domo Bolivariano, el Complejo Deportivo del Oeste y el Complejo Ferial. Se continuó la Av. Venezuela hasta el Este y se construyó la Ribereña. Tambien se comenzó a hablar de crear la mancomunidad entre Barquisimeto y Cabudare, de crear un sistema de transporte metropolitano y una zona franca industrial conectada vía ferrocarril con Puerto Cabello.
La ciudad estaba gerenciada por alcaldes progresistas que querían hacer algo importante. Claro que se cometieron errores, como el de las torres de El Sisal, la Ruezga nunca debió ser construida donde está, la Av. Los Leones se vio interrumpida en su continuidad hacia la Ribereña por una construcción privada y se imposibilitó la continuidad de la Av. Venezuela hacia el oeste. La ciudad se llenó de edificaciones de las que cabe sospechar no cumplieron con las ordenanzas en materia de puestos de estacionamientos y áreas verdes. Aun así, el futuro de la ciudad parecía asegurado.
Tambien por esos años, la ciudad dedicó una semana de tiempo para repensarse a sí misma en el Primer Foro en Defensa de la Ciudad, un evento de una calidad que no se ha repetido hasta hoy. Parecía que la ciudad se había sensibilizado ante el problema de su crecimiento.
Luego llegó la crisis económica y con ella el letargo urbano: los alcaldes sucesivos no estuvieron a la altura y las inversiones se alejaron. La ciudad volvió a su provincianismo, sin propósitos de grandeza ni autoridades que los concibieran. Cuando la quinta república se instaló en la ciudad pareció que una nueva oportunidad había llegado. Pero no: con el cuento de reinventarlo todo se acentuó la paralización de la construcción y quebraron empresas de todo tipo. Las alcaldías comenzaron a bloquear los trámites de construcción a cambio de comisiones cada vez más desvergonzadas. La ciudad se llenó de obras sin terminar. Arreciaron las invasiones y las ocupaciones de edificaciones sin terminar, lo que terminó por ahuyentar a los constructores que aun tenían interés en construir.
Se comenzó Transbarca, pero apresuradamente, sin proyecto o idea clara y sin asegurar su continuación hacia Cabudare, lo que lo desnaturalizaba. Salvo el Estadio Metropolitano, el Sambil, la construcción de los elevados de La Ribereña, junto con la Flor de Venezuela y la continuación Circunvalación norte, no se agregó una sola obra que valiera la pena mencionar por su valor arquitectónico o urbanístico.
El país luce más ranchificado que nunca. El desorden y la mugre predominan en el paisaje urbano. Ahuyentados por la inseguridad hemos perdido el gusto por vivir en los espacios públicos y de socialización.
n cuanto a alguna reflexión significativa sobre la ciudad sólo vale la pena de destacar las iniciativas de EL IMPULSO por recoger 100 Ideas para mejorar la ciudad y las conferencias temáticas de la Fundación Espacios para la Vida. Ninguna de las dos alcaldías se ha dado cuenta del enorme potencial que representan los 200 estudiantes y 45 profesores de la Escuela de Arquitectura para generar reflexiones y proyectos para la ciudad.
La revisión del PDUL de Barquisimeto abre la oportunidad de repensar la ciudad en espacios de participación, obligatorios por ley, pero es de temer que se hará todo lo posible para sabotearlos, como ocurrió con el PDUL de Palavecino donde nadie se ha enterado de cuales han sido las propuestas de los ciudadanos y si estas han sido consideradas o incorporadas al proyecto inicial y, peor aún, ni siquiera se sabe si para Cabudare se ha formulado alguna estrategia de desarrollo ni cual actividades son sus dinamizadoras a largo plazo.
La próxima elección de alcaldes abre un espacio es una oportunidad para saber que tan serias o acertadas son las ideas que tienen los pre-candidatos, si tienen algún diagnostico de la ciudad y como revitalizarla. Más vale preguntar, no vaya a ser que en vez de alcaldes terminemos por elegir, otra vez, a gente que no tiene idea de lo que es ser alcalde.