Edward Snowden pidió asilo político en 20 o más países de todo el mundo para evitar enfrentar cargos por espionaje en Estados Unidos. Aunque ahora está solicitando asilo temporal en Rusia, donde se encuentra varado en el aeropuerto de Moscú, sólo unas pocas naciones, todas ellas en América Latina, se han mostrado receptivamente abiertas a sus pedidos.
Nadie debería sorprenderse de que los vecinos latinos de Washington estén mostrando tal simpatía por Snowden. La historia de abusos e insultos de Estados Unidos sobre la región todavía pesa.
Las naciones latinoamericanas no pueden resistirse al impulso de generar incomodidad a su vecino del norte, que regularmente ha intervenido para apoyar regímenes militares represivos o en la manipulación de elecciones, incluso a pesar de que promueve sus propios principios democráticos.
Washington usó su poder para explotar las riquezas de muchos otros países, mientras abogaba por el libre mercado. Afortunadamente, mucho de esto ya es historia.
Pero el resentimiento y la desconfianza claramente no han desaparecido, en parte porque los abusos y los insultos continúan. Todos los países latinoamericanos se irritan con la política punitiva, y también contraproductiva, que Washington aplica sobre Cuba.
El debate sobre la inmigración en Estados Unidos es muy ofensivo para los mexicanos y los centroamericanos, a quienes les recuerda ofensas pasadas. Las políticas de Washington contra las drogas son otra fuente de antagonismo.
No, no debería ser una sorpresa que el hemisferio occidental sea ahora hogar para un grupo de hostiles adversarios de Estados Unidos y que incluso capitales aliadas de Washington muestren simpatía con sus puntos de vista.
Sin lugar a dudas, sólo tres de los 20 países de la región -Bolivia, Venezuela y Nicaragua- dijeron que ofrecerían asilo a Snowden, y uno se refirió al tema ambiguamente. Pero muchos otros expresaron su apoyo a los esfuerzos por refugiarlo de la persecución estadounidense.
Snowden, sin embargo, pudo haberse quedado sin una sola oferta de asilo si Washington no hubiera presionado a sus aliados europeos para cerrar su espacio aéreo al avión del presidente boliviano Evo Morales y forzar su aterrizaje en Viena. Sospechaban que Morales, en su camino de vuelta a casa tras una reunión en Moscú, trasladada a Snowden a un lugar seguro.
Morales y otros líderes regionales expresaron indignación, reclamando probablemente correctamente que Washington nunca habría hecho algo similar al presidente de un país europeo o de otra nación más grande. Estados Unidos debería sentirse avergonzado por ese episodio.
Los líderes de los tres países que actualmente prometen asilo pueden citar experiencias personales recientes sobre lo que consideran hostigamiento de parte de Estados Unidos.
El fallecido presidente venezolano Hugo Chávez probablemente estuvo equivocado al culpar a Washington del golpe militar que lo quitó del poder temporalmente en el 2002, pero el Gobierno de George W. Bush poco después no dejó dudas de que aprobaba su derrocamiento.
Durante la primera campaña presidencial de Morales, en el 2002, el embajador estadounidense en Bolivia advirtió a los votantes que su elección enturbiaría las relaciones entre ambos países.
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, confrontó a la guerrilla financiada por Estados Unidos contra su gobierno revolucionario en los años de 1980 y Washington había mantenido largas relaciones con la brutal dictadura de Somoza a la que él derrocó.
Más recientemente, Washington respaldó al oponente de Ortega cuando los votantes retornaron al líder sandinista a la presidencia en el 2005.
Aún así, incluso con esta historia, hasta que el avión de Morales fue obligado a aterrizar, Bolivia no era considerado un probable destino para el fugitivo.
No obstante, una vez que Bolivia abrió sus puertas, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, puede haber sentido que necesitaba reforzar el liderazgo de su nación contra las fuerzas estadounidenses en Latinoamérica.
Maduro actuó incluso aunque, semanas antes, Venezuela había tomado la iniciativa de reparar las relaciones con Washington. El secretario de Estado, John Kerry, se reunió durante más de una hora con el principal diplomático venezolano.
De todos modos, no es una exageración sospechar que Maduro simplemente no se pudo resistir a la inesperada oportunidad de perseguir a Washington. Ese fue el foco central de la agenda de Chávez que el nuevo presidente ha prometido mantener invariable.
Maduro también entendió que un gesto contrario a Estados Unidos podía mejorar su precaria posición frente a los leales chavistas venezolanos y elevar su perfil en la región como el abanderado de Chávez.
Debido a que Maduro también estuvo presente en la reunión en Rusia cuando Snowden arribó al aeropuerto de Moscú, los rusos también podrían haber influido en la decisión de Venezuela de ofrecer asilo. Moscú, como aliado estratégico de Venezuela, provee la mayor parte de su armamento pesado.
Venezuela ofreció la solución perfecta a lo que se había vuelto un dolor de cabeza para Rusia. Snowden estaría fuera de Rusia pero sería accesible rápidamente y fácil de monitorear.
Los cubanos, que tienen una influencia considerable en Venezuela, también podrían haber tenido peso. Cuba no quería a Snowden en La Habana porque eso habría perjudicado las prometedoras nuevas negociaciones con Estados Unidos sobre la apertura de un servicio directo de correo e inmigración entre ambos países. Esa es una prioridad para La Habana.
Nicaragua también fue ambivalente con la idea de dar asilo a Snowden al decir que lo haría sólo si las «condiciones eran las indicadas».
Al igual que la mayoría de los otros 17 países latinoamericanos que ignoraron o se negaron al pedido de Snowden, Nicaragua actualmente tiene mucho en juego en sus relaciones con Washington como para ponerlas en riesgo.
Su economía, crucial para las perspectivas futuras del Gobierno de Ortega y su tregua con la comunicad empresarial local, depende de la inversión y el comercio de Estados Unidos y se ha beneficiado considerablemente de la ayuda externa del país norteamericano.
Ecuador, miembro de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), fue alguna vez considerado una elección natural para Snowden ya que la nación brinda refugio al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, en su embajada en Londres.
Pero su provocador presidente, Rafael Correa, aún no parece listo para abandonar todas las esperanzas de restaurar los privilegios comerciales especiales que son tan importantes para las industrias de flores y vegetales de Ecuador.
Otros potenciales lugares de asilo también tienen mucho que perder.
El Gobierno de Argentina, más allá de ser un aliado cada vez más cercano de Venezuela y Bolivia, no quiere sumar otra complicación a la lista que ya mina sus relaciones con Washington, particularmente desde que potenciales y costosas demandas que involucran a sus bonos aguardan fallos de tribunales estadounidenses.
En tanto, las autoridades brasileñas rechazaron rápidamente cualquier participación en el caso Snowden, algo que concuerda con su tradicional postura de evitar confrontaciones en sus relaciones internacionales.
A pesar de un genuino enojo con el espionaje estadounidense, Brasil tiene más razones para sostener vínculos cordiales con su mayor inversor extranjero y su segundo socio comercial.