Percibo cierta desesperanza por lo que ocurre en Venezuela. ¿Cuándo saldremos de esto? me pregunta todo el mundo. Invariablemente respondo que tengamos paciencia y fe en el porvenir de esta Patria. Estos son procesos largos y laboriosos. Sin embargo, me alentó mucho ver el pasado jueves a la sociedad barquisimetana, en general a la larense, en una muy concurrida manifestación que salió a protestar contra los atropellos de que ha sido víctima el estado Lara las últimas semanas. Allí vi empresarios, campesinos, productores agropecuarios, varias instituciones privadas de servicio como Fundasab, estudiantes, muchos estudiantes preocupados y dolidos, autoridades,profesores, empleados y trabajadores universitarios en general, amas de casa, comunicadores sociales, profesionales de todas las especialidades, comerciantes formales e informales, personas de la tercera edad, en fin, personas de toda la variedad de actividades que podamos imaginar porque hasta un sacerdote estaba en la protesta y sus palabras fueron muy contundentes.
Manifestaciones como ésta, están dándose en todo el país. El régimen continúa respondiendo con su característica soberbia y su desprecio a toda crítica y observación.Como todo totalitarismo, sólo quiere oír alabanzas y lo que ocurre en el país no ofrece precisamente motivos para el elogio al gobierno. Al contrario, los actos de este gobierno nos llevan a una condena general y absoluta de sus políticas. El gobierno desprecia las críticas, no desea oírlas, se tapa los oídos y lo que es peor, trata de imponer, por encima de todo, sólo su parecer. No está consciente del poder inmenso que tiene una sociedad, sobre todo de una sociedad indignada y dolida como está hoy la sociedad venezolana.Cuidado señores del gobierno, un pueblo que hoy parece dormido, mañana puede ser una fuerza que nada ni nadie pueda detener.
En la Checoeslovaquia de finales de los ochenta, ocurrió un hecho que traigo a colación porque se me asemeja a lo que podemos vivir los venezolanos de un momento a otro. El suceso comienza en el casco antiguo de la ciudad de Praga el 17 de noviembre de 1989: “Cincuenta mil estudiantes marcharon hacia la plaza por Národnitrída, para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la muerte de JanOpletal, un estudiante asesinado por los nazis. Habría sido imposible, sin embargo, obviar cualquier relación entre los opresores del pasado y los del presente. De ahí que se corearan consignas contra el régimen. Más o menos a medio camino hacia la plaza, los pacíficos estudiantes toparon con las trincheras y los cascos blancos de la policía de Estado y con las boinas rojas de una brigada antiterrorista. Viéndose rodeados, intentaron dialogar con las tropas. Hubo quien tendió flores a los boinas rojas; otros encendieron velas, se sentaron en el suelo y corearon con los brazos en alto: Tenemos las manos vacías. Sin embargo los boinas rojas arremetieron contra la multitud, golpeando a hombres, mujeres y adolescentes hasta dejarlos inconscientes. No hubo muertos, pero sí cientos de heridos que tuvieron que ser hospitalizados. Era la noche del viernes 17 al sábado 18 de noviembre de 1989. La indignación nacional fue tal, que ese día comenzó la disolución del comunismo en Checoeslovaquia y se extendió a toda Europa oriental. Pocos días después cayó el muro de Berlín.”Este relato está tomado del libro “Testigo de Esperanza”, del periodista americano George Weigel.
Esos acontecimientos dieron origen a la muy pacífica “Revolución de terciopelo”, liderada por el poeta católicoVáclav Havel, quien llega a presidente y orienta a la república Checa hacia la democracia y la libertad. Todo esto sin derramarse una gota de sangre. Igual ocurrió en Polonia con el premio Nobel de la paz Lech Walesa. Los métodos pacíficos de lucha (Gandhi, Mandela, Havel, Walesa, etc) contra los regímenes totalitarios, han dado muchas veces resultados sorprendentes, porque tienen a su favor la fuerza moral de las convicciones de sus protagonistas y no la fuerza bruta y brutal de un dictador y sus secuaces. Venezuela no será la excepción, viene creándose una fuerza moral, alentada por mucha gente, por toda la sociedad que quiere vivir en democracia y en libertad, pero sobre todo por estudiantes y universitarios, que logrará imponerse sobre un régimen ilegítimo,corrupto, personalista y por tanto desprestigiado. No podemos perder la fe en nosotros mismos como pueblo y en Dios como Señor de la historia.
El poder de la sociedad
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