Mucha gente, sobre todo de la clase media, anda preguntándose a cada rato por qué en Venezuela no ocurren las protestas masivas que sacuden a España, Chile, Brasil. Y tienen las más disímiles respuestas, examinemos algunas de ellas.
“Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Intuyo que quienes encuentran en esa frase la explicación de la supuesta inmovilidad de las “masas” en nuestro patio se refieren a que dado que Maduro no es exactamente un dechado de inteligencia y sabiduría, que su gobierno es torpe en el manejo de la economía y totalmente irracional en cuanto a la delincuencia y la inseguridad, entonces el “pueblo” debe ser por lo tanto igualmente torpe, le encanta la violencia y le importa un bledo que la inflación les corroa el alma y el bolsillo y que desprecian el empleo productivo y bien remunerado en pro de la economía informal y el rebusque. Verdad que no creo nada de esas explicaciones acientíficas y peregrinas.
Aceptar esa barbaridad nos llevaría a la conclusión que Alemania merecía a Hitler, Chile a Pinochet, España a Franco, Venezuela a Gómez y paremos de contar. Ningún pueblo es acreedor de dictaduras de ninguna naturaleza y mucho menos sangrientas como los gobiernos de Videla en Argentina, Somoza en Nicaragua o Stalin en la Unión Soviética.
Otros muchos que viven cómodamente en el exterior, o son dirigentes sin ninguna credibilidad y mucho menos apoyo popular, o viven soñando en golpes de estado, simplemente dicen que eso es culpa de Capriles por no haber llamado a la insurrección popular, al saqueo popular o al “calentamiento” progresivo de la calle hasta que estalle una revuelta revolucionaria.
Ese rosario de vagos y conspiradores de botiquines no tiene idea del esfuerzo que ha venido haciendo la oposición para solventar el pesado lastre que, precisamente quienes sueñan con enfrentamientos sangrientos, le infligieron al sector opositor entre otras perlas; con una huelga petrolera indefinida y alocada que hizo que millones de personas no tuvieran gas para cocinar ni gasolina para transportarse; o que fraguaron un golpe de estado irracional e injustificado colocando allí uno que otro monigote para finalmente cometer el disparate de llamar a una abstención en las elecciones parlamentarias del año 2005, permitiéndole al difunto adueñarse de todos los resortes del poder y esclavizar a su antojo Fiscalía, Contraloría, Defensoría de Pueblo, Tribunal Supremo de Justicia, CNE y Asamblea Nacional.
Cada una de estas explicaciones disparatadas lejos de contribuir al avance de las fuerzas democráticas lo que conducen irremediablemente es a nuevos desesperos y errores. Hay un tercer lote cuya flojera, desidia, apoltronamiento y adocenamiento personal afirman a grito pelado que la abstención es lo mejor.
En la actualidad, hoy por hoy, julio de 2013, todas las encuestas dan ganador a Capriles si las elecciones se realizaran por estas fechas, indicando claramente que, si quienes votaron por la oposición, es decir unos 7.5 millones, repiten su asistencia a las mesas y logramos un crecimiento simple de 3%, frente a lo que es un descalabro creciente del gobierno, hoy peor que nunca con la crisis económica, la inflación, el desempleo, el desabastecimiento y la violencia; estaremos ganando en diciembre más de la mitad de todas las alcaldías, es decir unas 200 y las 100 principales ciudades de Venezuela. Todas las capitales a excepción hasta ahora de Tucupita.
No entender esa realidad tan simple, esa verdad de perogrullo es convertirse indirectamente en el mejor aliado del gobierno. Entre esos tres absurdos teoremas: nos merecemos el gobierno que tenemos; mejor y más rápido es un golpe de estado y; no votes que no vale la pena, no se puede seleccionar el mal menor, pues cada uno de ellos por sí solo representa el atentado más doloroso contra la salud de la democracia y el futuro de Venezuela, ahora imagínense si esta triada entra en escena simultáneamente.
Lo que sí debo admitir, seguramente en contra de otros analistas, es que llegó el tiempo de distinguir y aceptar la diferencia entre la verdad verdadera y la verdad procesal. Maduro es el presidente de Venezuela desde el punto de vista procesal, legal, constitucional. Es reconocido por la inmensa mayoría de los estados y gobiernos del mundo, por el Papa, la OEA. Preside Mercosur. Debemos claramente decir que hasta que no se compruebe lo ilegítimo de su proclamación, Maduro es el presidente y hacer un llamado enérgico a los electores para acudir masivamente en diciembre y propinarle una derrota gigantesca que ni todas las trampas legales, computacionales o administrativas del mundo puedan hacer variar sus resultados. Derrotarlos contundentemente en diciembre es la mejor prueba para ratificar que nosotros ganamos las elecciones presidenciales. Y lo contrario también es cierto, de ganar ellos con ventaja apreciable nuestros sueños de imponer la ley y la verdad se alejarían por unos 5 años adicionales.
Los indignados de Venezuela
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